“Usted conoce como funciona el código militar, compadre”… Con esas palabras dieron la orden de asesinar al coronel Caamaño, un día como hoy, hacen 49 años.

Por Miguel Ángel Núñez.
El coronel Francisco Alberto Caamaño Deño, a quien el país considera la última esperanza armada, fue ejecutado en el valle de Nizaito, en la Cordillera Central, entre San José de Ocoa y Constanza, el 16 de febrero de 1973, un día como hoy hace 49 años.
Había desembarcado en Playa Caracoles, próximo a Azua, al frente de una columna de ocho guerrilleros, el 2 de febrero de ese año, a bordo de la embarcación Black Jack, procedentes de La Habana, Cuba, donde se habían entrenado.
Su intención era derrocar por la vía armada al régimen oprobioso de Joaquín Balaguer que teñía de sangre joven al país.
Acompañaban a Caamaño en su heroica operación: Su primo Claudio Caamaño Grullon, Ramón Euclides Galán Marte, Hamlet Hermann Pérez, Juan Ramón Payero Ulloa, Toribio Peña Jaquez, Mario Nelson Galán Durán y Heberto Giordano Lalane José.
Del grupo sobrevivieron Hamlet Hermann Pérez, Caamaño Grullón y Toribio Peña Jáquez, este último debido a que se habría extraviado al momento del desembarco.

Según sobrevivientes de la expedición y militares que los enfrentaron, Caamaño resultó herido en una pierna y trancado su fusil, en combate con las fuerzas regulares, la mañana del 16 de febrero de 1973.
La decisión de ejecutar al guerrillero-militar se habría tomado luego de ocho horas de consultas que incluyeron un supuesto viaje en helicóptero, con el herido a la Secretaria de las Fuerzas Armadas, para un interrogatorio con la cúpula militar de la época, recibir instrucciones de los organismos militares de Estados Unidos y por supuesto, la orden del expresidente de la República.
Se informó que el propio Joaquín Balaguer habría manifestado de forma parsimoniosa, cuando se le consultó sobre el asunto: “Aquí no hay cárcel para un hombre así”, dando por sellada la orden de ejecución.
Se dijo que el jefe de operaciones conjuntas, mayor general Ramon Emilio Jiménez Reyes, quien era su compadre de sacramento, -que integraban los generales Juan René Bauchams Javier y Enrique Pérez y Pérez- le habría manifestado antes de dar la orden: “compadre, usted sabe cómo se procede en el ámbito militar en estos casos”, a lo que Caamaño habría respondido: “proceda, compadre”…¡Vaya, compadre¡.
Lo demás fue una ráfaga sorda disparada por un pelotón de fusilamiento.
El cuerpo de Caamaño fue mostrado a un grupo de periodistas, tendido sobre un colchón de malezas, en una extensa sabana de Nizaito. Lucía barba y una de sus manos cerrada en forma de puño, en señal de lucha.
El cadáver del líder militar fue enterrado en medio de un campo donde casualmente crecen unos lirios silvestres que producen unas flores de color amarillo que dan al paisaje un aspecto lúgubre y nostálgico.
El hombre que encarnó las ansias libertarias del pueblo, en la guerra de abril de 1965, era despedido sin unas palabras. Como un enemigo de la patria por la cual ofrendó su vida, al preferir el exilio para regresar a defender su ideal libertario a través de las armas.
Algunos analistas plantean que pudo regresar en un cómodo avión a luchar por su objetivo, mediante el voto popular, meta que lograría sin mayores dificultades, dado su gran carisma y ascendencia en las clases populares.
Todavía quedan en el tintero muchas preguntas por responder en torno a esa expedición armada que desde el punto de vista militar, algunos consideran un fracaso, no así desde el ángulo político que esto representaba.
En el país no se enseña a los estudiantes el significado de Caamaño, como ejemplo de apego a la dignidad patriótica del pueblo dominicano. Que siendo hijo de un militar trujillista, beneficiario del régimen balaguerista, prefirió enfrentar a ese régimen, del cual execró, por corrupto y violador de los derechos de la gente.
Al igual que al Che Guevara en Bolivia, en 1967, cuántos activistas políticos y sociales, por miedo u oportunismo, se negaron a honrar su promesa de respaldar a Caamaño, con hombres, armas y logística, una vez llegara a territorio dominicano y no dejarlo a merced del inmenso poderío militar del gobierno, en el frío de una cordillera, junto a siete famélicos expedicionarios.
