Quitar los aranceles a la comida. El tiro de gracia a los productores agrícolas

Por Miguel Ángel Núñez.
Liberar del pago de aranceles de importación a 67 productos de la canasta básica, lejos de representar la panacea a la seguridad alimentaria, a la que aspira y tiene derecho la población, esconde un propósito siniestro, en tanto liquidaría un agonizante, pero insustituible, sector agropecuario dominicano.
En apariencia, la iniciativa del gobierno tiene un carácter hasta heroico y revolucionario, toda vez que le acercaría esos productos de la canasta básica, con calidad y a precios asequibles, a todos los consumidores que en esencia representa la justificación del pensamiento neoliberal que tantos dolores de cabeza ha provocado.
Sin embargo, hay que pensar en los 600 mil obreros agrícolas y la amplia cadena productiva que se afectaría con esta medida, en caso de que el Congreso la apruebe, tal y como la concibió el gobierno.
También en los millares de dominicanos que se benefician de los diferentes renglones de la actividad productiva. Muchos analistas ven en la iniciativa un cambio peligroso del modelo productivo dominicano, que por cientos de años ha estado anclado en la agropecuaria, a cambio de beneficiar a una clase importadora que actúa al alcance de un clip de computadora, para poner en el mercado una cantidad de productos que al agricultor criollo le ha llevado años producir.
De hecho la lista de productos que los agricultores dominicanos van dejando de cosechar es interminable. Incluye la batata, la yuca, naranja, limones, plátanos, pollos y huevos, así como carnes, grasas comestibles, entre otros.
La incongruencia es obvia en otros rubros que siendo cosechados en el país, como la leche, cebolla, ajo y papas, son importados, mediante injustificados permisos, induciendo a los agricultores a arrojarlos a las calles a modo de protesta.
Se ignora que pocas actividades son tan sacrificadas y expuesta a riesgos como la agropecuaria. Pensemos sólo lo que significa sembrar una mata de plátano, para lo que hay que preparar, desherbar, arar y abonar el terreno. Esa pequeña planta se debe cuidar de las inclemencias, los excesos de la naturaleza y finalmente, si los delincuentes rurales lo permiten, a los 12 meses el racimo de ese plátano estará de provecho en la mesa de los consumidores.
Cosechar ese producto, básico en la dieta del dominicano, ha demandado largas jornadas de trabajo a pleno sol, deudas con altos intereses, temores e ilusiones, que en la mayoría de los casos terminaron en frustraciones para el agricultor.
Para los agricultores, quitar el arancel de importación de 67 productos agrícolas, en perjuicio de la producción nacional, provoca más daño que los peores huracanes que han azotado la agricultura a través de los años, por lo que recomiendan a los congresistas reflexionar y buscar asesoría de sectores sensatos que entiendan los perjuicios que esto acarrea, antes de darle su visto bueno, como procuran las autoridades.
Si buscamos las causas de muchos de los problemas sociales que encaran las grandes ciudades, habría que coincidir en que detrás de esos contratiempos hay un agricultor, que, frustrado junto a su familia, tuvo que emigrar a la orilla de un río de la gran ciudad, porque en el campo no le fue posible prosperar por falta de condiciones.