A descacharrizar el país

A propósito de la infame política de salud que mantiene el gobierno, la cual lejos de beneficiar a los dominicanos, los trata como vacas camino al matadero, me permito replantear la iniciativa de que junto con descacharrizar todos los rincones,  en los que prospera el mosquito que trasmite el dengue, se fomente en la población el reclamo de “descacharrizar” el Estado de funcionarios indolentes, incapaces, buenos sólo para preservar el cargo que los hace cada vez más ricos, a expensas del dolor ajeno.

 

Esos que le ofrecen al presidente de la República datos falseados, para que este a su vez se los ofrezca a la población, con la credibilidad que le asume el imaginario Público a la alta investidura presidencial.

 

Falta al respeto de sus gobernados un Estado que es capaz de asegurar que la epidemia del dengue está en su fase de meseta para iniciar una pendiente declinatoria, cuando en realidad, cientos de madres viven un calvario, con sus hijos ardiendo en fiebre por el dengue y no encuentran una cama, ni en hospitales públicos ni en clínicas, con unos médicos física y mentalmente agotados por la sobrecarga de trabajo, debido a la gran cantidad de casos que copan salas, pasillos, áreas de emergencias y todos los espacios de los establecimientos de salud del país.

 

Encima del temor colectivo que se ha desatado por la agresividad de la enfermedad, las propias autoridades se enfrascan en un debate “sobre cuántas son las personas fallecidas a causa de la enfermedad, como si no fuera suficiente que un ser humano fallezca a causa de una enfermedad que debió prevenirse hace cuatro meses, como hacían anteriores administraciones, con un programa de fumigación, una campaña elemental de publicidad de “cloro untao, tanque tapao” y un seguimiento a la casuística de la enfermedad por zonas de salud del país.

Tal vez si no se tratara de un gobierno de empresarios amigos, ya el sector salud hace meses, que debió estar “descacharrizado” de funcionarios mendaces e incapaces.

 

Pero no ha resultado así. Se preservan a sus puestos engordando sus arcas, haciendo negocios con la compra de medicinas, vacunas, construcción de hospitales, equipos médicos, jeringas, vehículos y un largo etcétera. 

 

Con el impacto terrible que ocasiona el dengue y otras enfermedades en la población, era para que el presidente Luis Abinader destituyera a quienes manejan la salud en el país, comenzando por el ministro Daniel Rivera, siguiendo por el director del Servicio Nacional de Salud, Mario Lama.

 

Pero la lógica electoral, en la que el gobierno gasta miles de dólares, asesores internacionales incluidos, recomienda no generar turbulencias en medio de la frenética campaña electoral mediante la cual el presidente Luis Abinader aspira a continuar más allá de mayo del año entrante.

 

Pero igual que retirar cacharros del camino en el área de salud, que implica sacar a los responsables del programa nacional de Emergencias (911), también debe incluir “descacharrizar” el área diplomática, comenzando por el Ministro de Relaciones Exteriores Roberto Álvarez, a pesar de que es bien sabido que la política exterior de un país la traza el presidente de la República, aunque si algo falla “no es suya la culpa.”

 

Jamás el país había presenciado tanta incompetencia, con el consiguiente daño a la estabilidad social y económica de la nación, como el manejo que se le ha dado a un simple diferendo con los vecinos haitianos que construyen un canal en el río Masacre, que nos divide de esa nación.

 

En materia económica, los gastos militares, en comida, ropa, agua, combustibles y equipos de transportación de miles de hombres, mantenidos en la frontera, en una acción, supuestamente orientada a disuadir a los haitianos, para que desistieran de la construcción del canal, son enormes.

 

También se calculan unos 1,600 millones de dólares dejado de percibir por el cese del intercambio comercial con el cierre de la frontera, sin contar que estas medidas, de no haber dado los resultados que se persiguen, también han llevado a la ruina a cientos de productores de huevos, pollos, productores de tayotas, plátanos, yucas de los provincias fronterizas y gran parte del Cibao.

 

Aún, y camino a dos meses de patinaje en la frontera, no se ve una acción del gobierno dirigida a corregir los desaciertos, a no ser una tímida apertura del mercado, que los propios haitianos desaprueban, mientras los vecinos haitianos continúan, “tan campantes construyendo su canal”, con el respaldo de sectores que nunca se habían podido poner de acuerdo.

 

Si pasamos al estratégico sector de la Educación, los hechos están ahí, representados en millones de pesos invertidos en libros de textos, plagados de faltas ortográficas y errores conceptuales fundamentales.

 

También se impone “descacharrizar” la Educación, comenzando por sus planos ministeriales, siguiendo por los técnicos incapaces, maestros y otros miembros del personal.

 

En fin, podríamos sacudir el país y lamentablemente no encontrar una sola área que opere con eficiencia, llegando a casos tan lamentables como la seguridad, pues ningún dominicano, de cualquier condición social y económica puede circular por sus calles con un mínimo de seguridad, ya que la delincuencia impone sus condiciones, con una Policía Nacional sin un plan preventivo mínimo.

 

Seguiremos insistiendo en la necesidad de remover el país para que salga a la superficie todo elemento inservible y de escaso fruto para la población y como si se tratara de tiestos viejos que solo sirven para aparar el agua que alimenta al mosquito del dengue, sacar de circulación a tantos funcionarios incapaces e inservibles.

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