¡A mentir, a mentir, que algo queda…!

En cualquier parte del mundo -por supuesto que no sea la República Dominicana- cuando se comprueba que un funcionario público le ha mentido a su país, es castigado o por lo menos separado del cargo, llevando para siempre la estampa de mentiroso e inhabilitado para ocupar posiciones públicas o puestos de importancia en la sociedad.

 

A lo largo de tres años de gestión de Luis Abinader, el país ha tenido que soportar un estilo de gobierno caracterizado por argumentaciones poco convincentes, en ocasiones hasta para un lactante.

 

El sentir popular atribuye esta conducta a una especie de convencimiento del imaginario oficial, de que las neuronas del dominicano están diseñadas para no procesar informaciones, por eso se escuchan explicaciones a hechos y situaciones que resultan risibles e improvisadas.

 

La mentira del siglo lo constituyó la realización de 26 auditorías a igual número de instituciones, hechas por la Contraloría General de la Republica que revelaron la comisión de irregularidades de importancia.

 

De constituir una afrenta que en una justicia efectiva hubiera conllevado un sometimiento judicial, el hecho derivó en un dechado de loas para el gobierno, comenzando por el presidente Abinader, quien calificó el experticio contable como un acto de transparencia y honestidad del gobierno, mientras que para la directora Ética Pública, Milagros Ortiz Bosch, lo revelado por las auditorías constituyen «hechos subsanables».

Sin embargo, no tardó en revelarse las verdaderas intenciones del gobierno.

 

Como un ariete, el presidente Luis Abinader, utilizo el recurso de las auditorías para justificar su presentación a un nuevo certamen electoral: «la transparencia y la honestidad de su gobierno».

«Miente, miente que algo queda», es una frase acuñada como herramienta fundamental del discurso de poder e incluso la propaganda Nazi se fundamentó en la repetición de mensajes, con los que el pueblo alemán fue anestesiado para que aceptara sin chistar la «bondades» de Adolfo Hitler.

Pero aterrizando en suelo dominicano, para una parte de la población este tipo de conducta genera descreimiento y falta de confianza en el funcionarato y el gobierno mismo. 

 

El gobierno se ha visto en la obligación de retirar unas 13 iniciativas por carecer de fundamentos para su aplicación e incoherencias con el ordenamiento legal y constitucional del país.

 

Además, apoyándose en su amplio dominio congresual, el Ejecutivo hizo aprobar una ley para permitir la importación de 67 artículos de la canasta familiar, libres del pago de aranceles y otros impuestos, como forma de frenar la escalada inflacionaria que atribuía a la guerra de Ucrania con Rusia, la pandemia del Covid 19 y otras causas.

A los siete meses de entrada en vigencia, esta ley fue dejada sin efecto, ya que la inflación sigue imparable, mientras una golosa clase empresarial importadora llenaba sus alforjas, que era lo que finalmente perseguían las autoridades con la iniciativa legislativa.

Hoy día, gracias al surgimiento de las redes sociales, la memoria colectiva se ha adueñado de intervenciones de funcionarios que constituyen una joya para el divertimento popular.

Casos como los del director de la Empresa de Distribución Electricidad del Sur (EDESUR), Milton Morrison, quien para evadir la reacción que produjo el incremento de la tarifa eléctrica, justificó la impopular medida, con la perla de que «ahora se está dando más energía y por eso la factura le llega más cara a la gente». 

La salida del funcionario le generó muchas críticas y burlas de la población, que calificó de mendaz su intervención.

 

Ya en el Cibao, el director de EDENORTE, Andrés Cueto se había explayado con otro desaguisado, al proclamar que los «apagones habían desaparecido a partir del 16 agosto del 2020, cuando Abinader asumió la presidencia».

 

La población cibaeña quiso lapidar al funcionario, agobiada con los apagones y las altas facturaciones.

Hoy día, el servicio energético no sólo es el más caro, sino que los apagones son más extensos y molestosos que nunca, pero como no existe una tradición de censura a esta manifestación de deformación de la personalidad, nadie se preocupó por pasarle factura, ni ética ni moralmente. 

La desafortunada medida de Morrison se complicó con otra peor, cuando la empresa incumplió con una disposición del presidente Luis Abinader, quien consciente del impacto político que tenía el aumento del servicio, ordenó que la medida se dejara sin efecto, cosa que tampoco se cumplió, ya que las próximas facturas les llegaron a los usuarios, más caras que las anteriores y hoy día continúa el vertiginoso aumento de este servicio.

Mentira sobre mentira.

Otro ejemplo de mentira oficial flagrante, son los argumentos que se esgrimen para aumentar los precios de los artículos de consumo, entre estos del plátano.

Acosado por las presiones de los consumidores, el gobierno atribuyó la carestía de esta musácea a efectos de los vientos de la tormenta Fiona, que afectó el país del 18 al 24 de septiembre del 2022.

Pero resulta que Fiona tocó la costa Este con vientos categoría uno, afectando una zona que no se caracteriza por la producción de plátano, sino por el turismo y la caña de azúcar, como sí lo son el Cibao y el Sur, específicamente Barahona.

 

 

A más de un año del paso del fenómeno «platanicida», hace tres días que en casa de quien suscribe se compraron plátanos a 40 pesos la unidad. Las razones se las dejo a la inteligencia del lector.

 

Dentro de este esquema no podemos obviar las promesas de campaña y la forma con las que el hoy presidente Abinader desdice los argumentos que le sirvieron para venderse como candidato presidencial por el PRM en los comicios del 2020.

Parte de los dominicanos ríe cada vez que aparece en las redes social el entonces candidato por el PRM, criticando «por dañina” la reelección presidencial, cosa que hoy día contradice, recorriendo al país y justificando por que aspira a un nuevo mandato presidencial.

También figura reclamándole al presidente de turno que asumiera una licencia, si se iba a dedicar a promoverse para un nuevo periodo, como forma de evitar el uso y dispendio de los recursos públicos en campaña, precisamente lo que ahora está haciendo el presidente, negándose a tomar una licencia arguyendo que ninguna ley se lo prohíbe.

Para concluir, solo me queda lamentar que en nuestro país la mentira, en ocasiones con categoría de embuste, sea tomado como un ejercicio de histrionismo por algunos funcionarios, con la intención de cubrir los desaciertos de su gestión o simplemente para preservar el cargo, no importa lo descabellada y ridícula que esta resulte.

 

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