Cuando el populismo arropa la solemnidad del Estado

Por Guillermo Tejeda 

(DIRECTOR RESUMEN FINAL DIGITAL)

Como borregos. los congresistas serán trasladados en un autobús el próximo 16 de agosto hasta el Teatro Nacional para constituir la Asamblea Nacional donde tomará juramento para un segundo mandato el presidente Luis Abinader.

En lugar del mandatario acudir ante el primer Poder del Estado que es el Legislativo (según la Constitución de la República), los congresistas tendrán que desplazarse hacia donde se ha mudado el trono presidencial, en una muestra más de la obsecuencia hacia quien tiene la llave del favoritismo gubernamental.

La solemnidad de uno de los actos supremos de la democracia también ha sido absorbido por el populismo de la política, a la que se ha dejado arrastrar el presidente Abinader, convencido por algunos asesores expertos en las tarimas del espectáculo.

El coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó tuvo sobradas razones cuando en el 1965 se juramentó como presidente de la República en la Ciudad Colonial, bastión revolucionario, con un país sumido en una guerra civil con la intervención de tropas extranjeras.

Pero la democracia dominicana se ha fortalecido luego de estos nefastos acontecimientos y el argumento de que habrá una asistencia récord de invitados, no justifica el cambio de escenario para el Teatro Nacional, cuando lo que había que hacer era limitar el número de personas que nada tienen que hacer en el Salón de la Asamblea para dar espacio a la numerosa comitiva que esperan los organizadores del acto de investidura del presidente Abinader.

Es cierto que la Constitución de la República establece que necesariamente no tiene que juramentarse en la sede del Congreso Nacional, pero es una decisión que no está movida por una fuerza mayor y mucho menos iniciativa del Poder Legislativo al que prácticamente se le ha impartido una orden con cierta diplomacia para que abandonen su casa y se trasladen a la del vecino a cumplir con sus responsabilidades.

La solemnidad no puede derivar en espectáculo. Una docena de jefes de Estados y primeros Ministros, así como varios mandatarios latinoamericanos y el Rey de España, con sus respectivas comitivas no rebosan la capacacidad del Salón de la Asamblea Nacional.

La juramentación del presidente Abinader por lo tanto debió mantener la tradición democrática y su discurso de rendición de cuentas trasladarlo si se quería al Teatro Nacional, así como los mandatarios se desplazan del Congreso Nacional a la Catedral de Santo Domingo para el acostumbrado Tedeum.

Se insiste en que estamos viviendo en una sociedad del espectáculo, pero hay límites para garantizar la simbología del Estado.

Pero que no se engañe nadie, este movimiento de escenarios tiene un corte populista, pero no popular, porque la gente de abajo, los de las bases que se fajaron para el triunfo de Abinader no tendrán la dicha de los tutumpotes a los que están llegando las invitaciones que se están cursando para lo que desde el gobierno se considera un acontecimiento.

Todo parece indicar que desde el Palacio Nacional se ha querido parafrasear el slogan de la última gira anunciada por el maestro Sabina con su “Hola y Adios”, con la diferencia de que con el presidente Abinader con su juramentación en el Teatro Nacional sería “Hola y Seguimos”.

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