¿Dónde fueron a parar los votos de 40 millones de brasileños que sacó Lula de la pobreza?

Los números son reveladores. Ningún gobierno enfrentó la pobreza con mayor determinación en Brasil que el del expresidente Luiz Inacio Lula da Silva.

 

Sus políticas impactaron los bolsones de pobreza, conocidos como favelas, en Brasilia, Río Janeiro y otros departamentos, convirtiendo en sujetos de crédito y literalmente liberó de la miseria, a más de 40 millones de personas, a las que ningún negocio les fiaba ni siquiera un abanico.

 

Los organismos internacionales aseguran que los gobiernos de Lula (del 2003 al 2010) cambiaron el perfil de pobreza en Brasil, al tiempo que sentó las pautas para que otros gobiernos hicieran lo propio en sus respectivas naciones.

 

Pero el domingo esos 40 millones de pobres volvieron a negarle su voto a Lula, quien no pudo alcanzar el 50 por ciento más uno de los votos, para ganar en primera vuelta, llegando a 48.43 por ciento, frente a 43.24 por ciento obtenido por el infame Jair Bolsonaro.

 

Como lo revelaron las urnas, Bolsonaro alcanzó un 10 por ciento más de los votos que le asignaron las encuestas, a pesar de que debido a su política genocida propició la muerte por COVID 19 de más de 700 mil brasileños pobres, mientras, haciendo coro a su par norteamericano Donald Trump, desoía los programas para combatir la pandemia.

 

Bajo el mando de este ultraderechista, las calles de la más rica nación de América Latina se llenan de personas con hambre, que más delincuentes cometan fechorías en plena calle, con un nivel de inflación que insiste en atribuir a la guerra de Rusia con Ucrania y a la pandemia que de manera tan deficiente ha manejado.

 

Se trata de un fósil político que su mérito principal es entregar millones de tareas de tierras de la Amazonía a corporaciones locales y extranjeras para la siembra de soja y otros cultivos de exportación, privando a Brasil de toda la riqueza ambiental y otros beneficios de la selva.

 

Bolsonaro, un ex mayor del Ejército brasileño también ha gobernado echándose de enemigos a sus vecinos; corta las relaciones con los gobiernos de Colombia, Chile, Venezuela, Argentina, Bolivia, por razones ideológicas, cierra las relaciones comerciales con China, saca a Brasil de los bloques regionales como MERCOSUR, CELAC y nunca se le ha visto en asambleas de la OEA y la ONU.

 

En su gobierno facilitó armas a más de un millón de sus partidarios, bajo argumentos baladíes, como que serían usadas para cacería, las cuales hoy podrían ser usadas como punta de lanza de sus huestes en eventuales confrontaciones con los partidarios de Lula.

 

Era de creencia católica, pero se bautizó como evangélico que es una religión predominante que agrupa a más de 30 millones de fieles, con la intención de manipular a esas masas. 

 

A pesar de esas y mil cosas más, la gente votó por Bolsonaro quién no esperaba alcanzar un 43 por ciento de los votos, suficientes para presentarse a una segunda vuelta pautada para el próximo 30 de octubre.

 

Aunque no ganó los comicios, Bolsonaro obtuvo un triunfo moral que al mismo tiempo le concede la oportunidad de volcar todos los recursos inimaginables de un gobierno que maneja al ancho de su deseo, en la segunda vuelta del 30 de octubre.

 

Se cumplieron los pronósticos de analistas políticos, que padecían que, del 50, 51 por ciento que le daban a Lula, a las urnas solo llegaría el 48 por ciento, frente a 37 de Bolsonaro que finalmente alcanzó más de 43 por ciento. Operó la apatía que evidenciaban los seguidores de Lula, que los hacía reacios a presentarse a las urnas y que incluso temían que como los comicios eran día domingo, prefirieran quedarse en sus casas tomando ron y cerveza, en vez de defender su voto en las urnas.

 

Intuían que los seguidores de Bolsonaro eran más militantes y entusiastas que los de Lula, a pesar de los beneficios económicos que obtuvieron de sus gobiernos.

 

Ahora se pronostica que las elecciones pautadas para el 30 de octubre puedan resultar traumáticas para Brasil, por los riesgos a que se incremente la violencia callejera que propician bandas de seguidores de Bolsonaro.

 

¿Qué puede suceder ahora de cara a la segunda vuelta del 30 de octubre? Que Lula pueda remontar sumando votos al 48.43 por ciento obtenido en las elecciones del domingo. Para eso deberá negociar con los líderes que no alcanzaron los votos para ir a una segunda vuelta como Simone Tebet y Ciro Gómez, quienes aportarían entre cuatro y seis por ciento.

También que el candidato del Partido de los Trabajadores convenza a su base política para que acuda a los centros a ejercer su voto. 

 

Pero planea sobre el horizonte brasileño el riesgo de que Bolsonaro se imponga en base al uso del poder, el cual maneja de manera abusiva.

 

¿Cuál otra lección dejó el proceso electoral brasileño? Que las encuestas no siempre aciertan. Que son instrumentos de medición sujetos a circunstancias, incluso su precisión puede depender de la cultura y los niveles de educación de los pueblos investigados, pues estos pueden mentir o cambiar de opinión con respecto a un candidato.

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