El fentanilo pone de rodillas a Estados Unidos
Estados Unidos vive una epidemia sin precedentes, de costa a costa, desde New Hampshire hasta California.
Una epidemia que no da tregua. La causa no es un virus, sino una droga sintética 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más que la morfina: el fentanilo.
El año pasado esta sustancia fue responsable de más de un 66 % de las muertes por sobredosis en la Unión Americana. A este ritmo, cuando acabe 2022 por lo menos 7 de cada 10 muertes por sobredosis estarán asociadas al consumo de este opioide sintético.
Los daños no son solo sobre la salud. El potencial productivo se ha visto socavado y, en paralelo, enfrentar la “crisis de los opioides” se ha vuelto una pesada carga financiera.
Dada su alta letalidad, el fentanilo se ha convertido de facto en un ‘arma de destrucción masiva’ que tiene de rodillas a EE.UU. Así lo reconocen desde las esferas del poder.
Durante 2021 fueron más los muertos por el consumo de esta droga sintética que los soldados estadounidenses caídos durante los 10 años que duró la Guerra de Vietnam, advirtió en julio de este año Ashley Moody, la fiscal general de Florida.
Ni sumando todas las muertes provocadas por todos los ataques terroristas durante el último siglo se superan las del fentanilo en apenas un año, aseguró en septiembre pasado Greg Abbott, el Gobernador de Texas.
Una “crisis humanitaria” que también golpea a la economía
El aumento en el número de muertes por sobredosis pasó de ser una “crisis sanitaria”, a convertirse en una “crisis humanitaria” sin parangón en la historia de EE.UU.
De acuerdo con datos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), entre 2007 y 2017 las muertes por sobredosis pasaron de 36.010 a 70.699, esto es, se incrementaron casi el doble.
Los jóvenes abandonan sus estudios y, en consecuencia, dejan de recibir capacitación para el trabajo. Las decenas de miles de muertes, por su parte, también contribuyen a disminuir la participación de la fuerza laboral.
De los decesos registrados en 2017, se calcula que por lo menos 47.885 casos estuvieron relacionados con el consumo de algún opioide.
Entre tanto, el fentanilo ha venido desplazando a la heroína de entre las drogas de mayor consumo en la Unión Americana.
Los opioides sintéticos fentanilo y tramadol fueron responsables de la muerte de más de 28.000 personas por sobredosis a lo largo de 2017.
Ya en 2020, en plena pandemia y con medidas de confinamiento a cuestas, el número de muertes por sobredosis trepó hasta 92.478. De esta cifra, se estima que 56.894 casos se debieron al consumo de opioides sintéticos, esto es, un 61,5 %.
Pero el año 2021 rompió todo récord; se súpero por primera vez la barrera de las 100.000 muertes: 107.521, un incremento de más de un 16 % con respecto al año anterior.
En septiembre de este año, los fiscales generales de Florida y Connecticut, Ashley Moody y William Tong, anunciaron un “esfuerzo bipartidista multiestatal”, integrado por 18 fiscales generales, que promueve que el Gobierno del presidente Joe Biden catalogue al fentanilo como un ‘arma de destrucción masiva’.
Meses atrás, en julio, Moody ya había enviado una carta al mandatario en la que, además de solicitar esta clasificación, convocaba a tomar acciones de forma coordinada entre diversas dependencias gubernamentales.
De acuerdo con Moody, era necesario sumar esfuerzos y articular una estrategia en la que participaran el Departamento de Justicia, el Departamento de Seguridad Nacional, la Administración de Control de Drogas y el Departamento de Defensa.
Según la definición del Departamento de Seguridad Nacional, un ‘arma de destrucción masiva’ es “un dispositivo nuclear, radiológico, químico, biológico o de otro tipo que tiene como objetivo dañar a un gran número de personas”.
El barómetro de los fiscales generales no fue otro que el número de decesos por consumo de fentanilo. Fue a partir del aumento exponencial de las muertes que la fiscal general Ashley Moody instó al presidente Biden a colocar esta droga sintética en la misma categoría que una bomba nuclear.
Responsabilidades y soluciones de fondo
De acuerdo con un reporte publicado por The Wilson Center, la “crisis de los opioides” en EE.UU. se ha profundizado en buena medida por el suministro continuo de los cárteles mexicanos.
Dos de los principales proveedores de la Unión Americana son grupos criminales con bases de operaciones al Sur del Río Bravo: el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación.
Sin embargo, expertos consultados por RT no comparten esta visión que se difunde desde varios de los centros de pensamiento (‘think tanks’) más influyentes de EE.UU.
En entrevista, José Andrés Sumano, profesor e investigador del Colegio de la Frontera Norte especializado en temas de violencia, explica que las prioridades del Gobierno del presidente López Obrador son diferentes a las de la Casa Blanca.
La migración y el tráfico de drogas, asegura, son dos problemáticas que se exige atender desde la Unión Americana, sin embargo, no se asumen grandes compromisos desde México.
Como está enfocada en resolver asuntos que considera más relevantes (por ejemplo, disminuir los homicidios dolosos), la Administración de López Obrador no cuenta con estrategias específicas para enfrentar el tráfico de fentanilo, puntualiza Sumano.
“En comparación con otras drogas, el fentanilo es mucho más rentable, no requiere de grandes plantaciones ni está sujeto a ciclos agrícolas. Además, con muy poco ingrediente activo se obtiene mucho producto”
El catedrático considera que, en lugar de aplicar medidas punitivas o colocar el fentanilo en una nueva categoría (un ‘arma de destrucción masiva’), los esfuerzos de la Casa Blanca deben orientarse hacia una estrategia de salud pública.
En EE.UU., asegura el académico, las autoridades de todos los niveles de Gobierno necesitan reducir la demanda de opioides sintéticos, fortalecer las estrategias de reducción de daños entre la población que ya es adicta, así como promover campañas de concientización dirigidas a jóvenes.
“En comparación con otras drogas, el fentanilo es mucho más rentable, no requiere de grandes plantaciones ni está sujeto a ciclos agrícolas. Además, con muy poco ingrediente activo se obtiene mucho producto”.
Mientras que exista un alto nivel de demanda en EE.UU., advierte José Andrés Sumano, siempre habrá alguien dispuesto a surtir la droga desde México u otras latitudes. Para resolver la “crisis de los opioides”, concluye, no hay otra salida que disminuir el consumo.
Ariel Noyola Rodríguez