El perfil para identificar a un delincuente

Como ciudadano bien intencionado, interesado en vivir en un país más digno y seguro, cosa que, por lo visto, no se pudo lograr en el actual gobierno de casi cuatro años, me arriesgo a proponer varias opciones para levantar un perfil aproximado del delincuente que con su accionar, roba la paz de casi 12 millones de personas, que sin importar clase social, nos la jugamos día por día en un juego de ruleta rusa con los delincuentes.
Lo hago sin tener que recurrir al atajo de buscar al transgresor por su apariencia personal o racial, ya que debido a ese accionar erróneo, tenemos las cárceles repletas de presos preventivos, mayormente provenientes de estratos que no responden al perfil de las clases sociales dominantes, mientras las calles siguen llenas de antisociales.
La iniciativa de levantar el perfil sospechoso del delincuente, por parte del Director de la Policía Nacional, buscando respuestas a la inseguridad que desnuda la incapacidad de las autoridades para garantizar «paz y orden», que son los principales fundamentos de la institución, motivó el rechazo de los diferentes exponentes sociales, temerosos de volver a los viejos esquemas, de buscar en los pobres, negros, mulatos, tatuados, con peladas calientes, a los ejecutores de los asaltos, robos en casas de familias, asesinatos por encargos y otros desmanes que aterrorizan al ciudadano.
Yo prefiero buscar a ese delincuente en otros litorales, por ejemplo, sin ser criminalista, sociólogo, ni efectivo de los cuerpos de seguridad en:
El individuo que reside en una torre de lujo, se levanta las 12 del mediodía y se acuesta a las 3 de la mañana, como dice la conocida canción de ritmo salsa, come en restaurantes de lujo, se desplaza en un auto de alto cilindraje, a la vista de policías, vecinos y para colmo, sin desarrollar una labor productiva que sustente su holgada forma de vida.
En ocasiones la sociedad es sorprendida, ya que de esta forma disimulaba su vida un importante narcotraficante, sicario de crímenes deleznables, asaltante de banco, «chipero», delincuentes de otros niveles, y solo cuando los organismos de seguridad y agencias internacionales lo descubren, lo hacen las locales, no por iniciativa propia de las nuestras,
aunque capacidad investigativa no les falte.
Así escuchamos con frecuencia que la República Dominicana se ha convertido en una guarida para delincuentes internacionales, que huyen, por ejemplo, de la Policías italiana, alemana o estadounidense, y su explicación la encontramos en la debilidad institucional, que deriva en la protección, «al ver y callar» por soborno al oficial de turno, al funcionario judicial, responsable de vigilar y cuidar el país, para que esos personajes no hagan del nuestro, su escondrijo perfecto.
Otro sospechoso ser un delincuente, disimulado de hombre cabal podemos encontrarlo en las propias filas policiales o militares. Por ejemplo, en el miembro que sin llegar a suboficial posee varios apartamentos, carros de lujo, amantes, relojes, cadenas, cuentas holgadas en los bancos, juegos en los casinos y su salario no alcanza los 20 mil pesos.
De hecho se han descubierto estructuras criminales en cuerpos militares tan prístinos como la Marina de Guerra. Me permito citar el incidente que costó la vida a seis colombianos y dominicanos, en el llamado Caso Paya, en la comunidad de Baní, en un tumbe de cocaína procedente de Suramérica.
En principio poco se pensó en que ese crimen tan deleznable ocurrido en el 2007, había germinado y prosperado en plena institución militar.
Pero las instituciones también deben poner bajo la lupa al sujeto que viaja cuatro o cinco veces por año a Estados Unidos, Europa o Suramérica, sin ser turista ni comerciante acaudalado, ni desarrolla una actividad profesional que justifique el constante ir y venir, sin una razón que lo explique.
Se ha determinado que las distintas variantes del crimen organizado permiten que los dineros, producto de sus actividades ilícitas sean transportados en sumas modestas, por una serie de esos individuos, sin necesidad de entrar en conflicto directo con la ley, por no declararlo ante las autoridades aduanales, ni de seguridad en aeropuertos, puertos, ni pasos fronterizos.
Sin embargo, el recurso de crear un perfil racial en base a los estigmas tradicionales, nunca han rendido frutos.
En la tiranía trujillista atribuían a los jóvenes que vestían pantalón negro y camisa verde un perfil sospechoso de cometer asalto para nutrir un proceso revolucionario que a lo sumo tenía más fundamento patriótico que el propio régimen de oprobio. Así terminaron en las cárceles cientos de jóvenes de alta formación política y social, que solo aspiraban a vivir en un país libre y de oportunidades. Me refiero a los integrantes del movimiento 14 de junio que lideraban las heroínas de Salcedo, Hermanas Mirabal.
Luego, en el gobierno oprobioso de los 12 años de Joaquín Balaguer se perseguía por las melenas y los afros que llevaban los jóvenes, a la usanza de la época de rebeldía que vivía la juventud de la época.
Hoy día el perfil del delincuente debe ir más allá del tatuaje y la pelada caliente de los jóvenes, en especial, en una época en que debajo de un traje finamente diseñado se suele esconder el delincuente más sofisticado.
Por igual, de un matrimonio de apellidos de alcurnia, puede nacer un delincuente que avergüenza a la sociedad, violentando el perfil delictivo mejor diseñado.