Frank Reynoso: La familia fue el motor para hoy celebrar sus 111 años.
Por Miguel Ángel Núñez.
Se dice fácil, pero cumplir 111 años en un medio como el nuestro, con limitaciones en los servicios de salud, alimentación y todo los percances propios de un país en desarrollo, es para personas duras, con genética y hasta suerte reservadas para unos pocos.
El de Frank Reynoso (a la izquierda en el video), o Francisco Mamerto Reynoso, agricultor de Palmarito, Salcedo, quien hoy cumple sus 111 años, con las limitaciones propias de esa edad, es de esos ejemplos comparables con los de un campeón de carrera de resistencia.
Los obstáculos que tuvo que superar iniciaron en la primera etapa de su vida, desde su nacimiento el 22 de marzo de 1911. Se libró de la gripe española de 1919, una peste de viruelas y otras pandemias que han azotado a la humanidad a través de los años.
Es de los pocos dominicanos que aún viven habiendo nacido nueve meses antes del asesinato del presidente Ramón ( Mon) Cáceres en 1911; tenía un año cuando el hundimiento del buque Titanic en 1912. Contaba con cinco años cuando desembarcaron los norteamericanos en 1916; 13 cuando abandonaron el territorio en el 1924, dejando asentado mediante unas elecciones manipuladas al caudillo Horacio Vásquez y la truculencia para imponer la dictadura de Trujillo, la más sangrienta y prolongada de la historia, en el año de 1930, de ñapa, el año en el que asoló la isla el ciclón de San Zenón.
En su vida ocurrieron dos guerras mundiales, la del 1914 al 18 y la del 1933 al 45 y se enteró de la existencia del tirano alemán Adolfo Hitler porque un amigo de la familia reunía a los jóvenes y les leía las informaciones que traían los diarios, con dos meses de retraso.
Ya era un joven de 20 y tantos años cuando se produjo el levantamiento y posterior muerte de Enrique Blanco en 1936 y presenció el momento en que las tropas apresaron y luego asesinaron a su hermano María Blanco, quien era su amigo, dejando sus bueyes enyugados sobre el surco, como parte de las acciones llevadas a cabo por el régimen para obligar a que el fugitivo depusiera su actitud levantisca.
De modo que es probable que Frank sea de los escasos testigos vivientes del convulso inicio del siglo XX.
Próximo al 1940 contrajo matrimonio con Aurelia Almánzar a quien conoció mientras asistía junto a varias jovencitas nativas de la comunidad de Alto de Piedras a las festividades de Santa Eduvigis en Algarrobo de Moca. Con Aurelia, quien hoy cuenta con 102 años de edad, procreó 12 hijos, siendo, probablemente, la pareja más longeva de la región, sumando los 213 años.
Ya sus años y el cuidado para no contraer el Covid 19, le pasan factura, por lo que en su cumpleaños ha recibido en su cama, bajo el cuidado celoso de su hija Rosario, a algunos de sus 12 hijos, de los cuales sobreviven Ricardo, Francisco José (Negro), Josefina Mireya, Luis Manuel, Rosario, José Aquino, Orlando, Carlos Miguel y Antonio. Fallecieron Aurelia, al nacer, Margarita y Julito (Cocó).
El caso de Frank es un ejemplo de que la vida, entre manjares y al abrigo de las comodidades que proporcionan ciertos niveles sociales y económicos, no es garantía de longevidad en las personas.
Levantó su numerosa familia trabajando como arador de tierra con una pareja de bueyes, considerada como una de las tareas más esforzadas de la labranza agrícola, labor que iniciaba a las 5 de la mañana para terminar a las 6 de la tarde, por lo que su alimentación, con escasas proteínas, correspondía a la de cualquier agricultor de principios de siglo.
Lidiando con dos animales, sobre los terrones de la tierra roturada, guiando un arado de más de 100 libras, para cuidar que la superficie quedara lo mejor desmenuzada posible, para que el material de siembra pudiera germinar en condiciones óptimas.
Nunca varió su horario de sueño, después de una cena con productos básicos del campo, ponía a reposar sus pies en una ponchera con agua de sal, para aligerar el dolor que ocasionaban las botas que calzaba durante la larga jornada de trabajo que agotaba día por día.
Después de 70 años entre bueyes y tierra por arar, bajo recomendación de sus hijos, Frank redujo el ritmo de trabajo, no obstante mantuvo la costumbre de levantarse cada día a las 4 de la mañana para visitar a cada uno de sus hermanos, tomarse una taza de café y conversar sobre cosechas y otras novedades del campo.
Por lo que no seria exagerado afirmar que si contáramos sus pasos, en todo el trajinar de su vida, fueran suficientes como para darle la vuelta varias veces al planeta.
Pero ya supera con creces los 71 años de esperanza de vida al nacer de los dominicanos y desde la tranquilidad de su hogar agradece a Dios el ser uno de los pocos dominicanos que supera el siglo de vida, siendo el primero de la camada de nueve de los 33 hijos que procreó el agricultor Apolinar Reynoso en varios matrimonios.
De modo que para quienes teorizan sobre las razones que inciden para lograr una larga vida y hasta coquetear con la fuente de la eterna juventud, habría que analizar cuán motivador y retador resulta tener una familia de 12 hijos y una mujer que alimentar.