Ganó Lula con el corazón en la boca

Finalmente se concretó en Brasil el triunfo de Luis Inacio Lula da Silva, luego de un traumático proceso electoral que incluyó la incursión de militares en campaña, chantajes a ciudadanos y otros actos de violencia, encaminados a evitar el triunfo de Lula y lograr que continuara el impopular Jair Bolsonaro, un experimento político promovido por la burguesía y los sectores más oscuros del gigante latinoamericano de 214 millones de habitantes.

El triunfo de Lula por la boleta del Partido de los Trabajadores, tras dos traumáticas vueltas evidencia serios cuestionamientos al sistema de balotaje o doble vueltas electorales, arrojando dudas del aporte de este mecanismo al fortalecimiento de la democracia.

Este sistema que pretende dar una segunda oportunidad a los sectores no favorecidos en un primer intento, para que en un segundo pudieran participar en alianzas y, eventualmente, integrar gobiernos de mayorías, en los hechos ha devenido en un balón de oxígeno para formaciones políticas repudiadas por el electorado, pero con recursos y poder para imponerse mediante variados mecanismos, incluso censurados por el propio sistema.

En pocas palabras, en Brasil como en otros países, la doble vuelta ha servido para demostrar las diversas formas que se ingenian los sectores más poderosos para conquistar el voto de los más pobres y perpetuarse en el poder, aún sin contar con el favor de las mayorías.

Se evidenció cómo Bolsonaro al frente de un Partido Liberal, que de liberal no tiene nada, logró remontar de un 43 por ciento, obtenido en primera vuelta, a un 49.12 por ciento, quedando a menos de dos por ciento del 50.90, alcanzado por Lula para ganar en segunda.

En el tramo de 30 días, transcurrido entre la primera y segunda vuelta, Bolsonaro logró impactar en los bolsones de pobreza, de las favelas de Brasilia, Río de Janeiro y otras ciudades del país, al disponer un incremento, equivalente a 200 euros por personas, a través del programa de asistencia social que tanto criticó, equivalente a lo que en República Dominicana se conoce como tarjeta Solidaridad que coincidencialmente es de color verde.

Pero se desató una persecución tan tenaz contra los seguidores de Lula, incluso con incidentes protagonizados por activistas del Partido Liberal, que difundidos por la televisión y las redes sociales alarmaron al país.

La violencia callejera, combinada con la delincuencia, convirtieron en intransitables las calles de las grandes ciudades brasileñas, con lo que se trataba de alejar a la población de sus actividades habituales, entre ellas, el activismo político y de paso, provocar el ausentismo de los parciales de Lula en las urnas.

En una actuación ya en desuso en la región, el jefe de la Policía Federal había manifestado su apoyo irrestricto a favor Bolsonaro, lo que sirvió para que tropas de los cuerpos policiales y militares se involucraran de manera tan ferviente que obligó la intervención del tribunal electoral para evitar una reacción que derivara en un caos, capaz de dar al traste con el proceso, en perjuicio de la democracia.

En otro de los incidentes más notorios ocurridos horas antes de los comicios, las autoridades policiales y militares dispusieron detener caravanas de más de 520 autobuses, repletos de votantes que se dirigían al norte del país, donde Lula tiene sus bastiones electorales.

El equipo de Bolsonaro desconoció y restó imparcialidad al presidente del tribunal Superior Electoral brasileño Luis Edson Fachin, al tiempo de amenazar con desconocer los resultados del certamen, si los votos no le favorecían.

Especialistas que analizan los procesos electorales evalúan si vale la pena arriesgar la vida de cientos de personas, la seguridad de los países, la paz social, e incontables recursos económicos, manteniendo un sistema de doble vueltas que podría economizarse incentivando las alianzas en primera vuelta.

Luis Inacio Lula da Silva pudo ganar en primera vuelta con más del 48 por ciento obtenido, pero no alcanzó el 50 por ciento requerido para decidir en primera vuelta.

Ya la sociedad brasileña había repudiado a Bolsonaro por la forma inclemente con que manejó la pandemia de la corona virus que mató a más 700 mil personas, en su mayoría pobres.

Por el incremento de más de 30 millones de nuevos pobres, mayor número de delincuentes e inseguridad.

Por la entrega de millones de tareas de la Amazonía brasileña a compañías ricas para producir soja y otras leguminosas para exportación y permitió que más de un millón de sus partidarios adquirieran fusiles y pistolas, con el pretexto de protegerse de los delincuentes.

El presidente Lula vuelve al poder que ocupó en dos períodos anteriores, luego de un receso de dos períodos en el cual pasó 580 días en una cárcel acusado de recibir un supuesto apartamento que según sus acusadores le entregó un constructor de viviendas.

El que sacó 40 millones de personas de la pobreza y manejó el mayor volumen económico de la región latinoamericana, fue sometido por actos de corrupción que no demostraron.

No obstante, vuelve al poder, luego del receso de 11 años, aunque con 77 años a cuesta y una agenda que interrumpió en el 2011.

Ojalá devuelva el sosiego y recomponga la fracturada sociedad brasileña, como la deja el ex mayor del Ejército en los tiempos de la tiranía investido de presidente Jair Bolsonaro.

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