José Ramón Peralta seguirá en la cárcel de Najayo por corrupción

Defensa trató por 10 horas de convencer a jueces

El otrora poderoso ministro administrativo de la Presidencia en el pasado gobierno, José Ramón Peralta, fracasó en un nuevo intento de abandonar la cárcel de Najayo, donde cumple medidas coercitiva por su protagonismo en los actos de corrupción detectados por el Ministerio Público en la Operación Calamar.

La revisión de la medida de coerción contra Peralta y el ex ministro de Hacienda, Donald Guerrero, se realizó a puertas cerradas en la Segunda Sala Penal de la Corte de Apelación del Distrito Nacional, a petición de los abogados de los imputados que buscan que la población no se entere de los desmanes de los ex funcionarios.

José Ramón Peralta y Donald Guerrero escuchan la decisión de los jueces de mantenerlos presos en Najayo por corrupción.

Durante más de diez horas los abogados de Peralta y Guerrero trataron de convencer a los jueces  Ysis Muñiz, Luis Jiménez y Rosalba Garib, para que cese la prisión que cumplen en Najayo.

Sin embargo, los largos argumentos de la defensa no lograron convencer a los jueces que le ratificaron 18 meses de prisión preventiva como medida de coerción.

Guerrero y Peralta cumplen su medida de coerción en el Centro de Corrección y Rehabilitación Najayo Hombres en San Cristóbal por disposición de la jueza de la Instrucción Kenya Romero, luego de que el entramado habría estafado al Estado Dominicano con RD$19,000 millones.

A su salida de la audiencia, pasadas las 3 de la mañana, Wilson Camacho, en representación del Ministerio Público, manifestó que la decisión de los jueces fue “buena y válida”. Dijo además, que la prisión preventiva es idónea no solo para personas pobres, sino para personas con otro nivel social.

Mientras que la defensa de Donald Guerrero, indicó que es una decisión que “no se corresponde en derecho, pero el litigio enseña a perder y a ganar aun cuando no se esté de acuerdo”.

De igual forma los abogados de José Ramón Peralta, deploraron la decisión, indicando que esperarán tener la resolución íntegra en sus manos para volver a pedir su libertad.

A José Ramón Peralta se le vio cabizbajo y con el rostro un poco demacrado por los días en prisión, lo que contrasta con los gestos que lo caracterizaron cuando era una especia de “ley, batuta y constitución” en el Palacio Nacional, donde concentraba el manejo de gran parte del presupuesto nacional.

Se presentaba como un “funcionario pulcro”, que amenazaba con demandar judicialmente a quienes osaran criticar sus lucrativos negocios que engordaron bajo la sombra del cargo que desempeñó en el gobierno.

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