La economía, la pobreza y las estadísticas del Presidente Abinader

Por Guillermo Tejeda
(Director Resumen Final Digital)
Dicen por ahí que las realidades son más edificantes que los fríos números de las estadísticas.
Es lo que se escucha por los barrios donde los números del Banco Central, no compensan el faltante de las familias para completar la compra de los productos de la canasta familiar.
La gente no entiende eso de que se ha conseguido el «rango meta» de la inflación, cuando el dinero cada día le rinde menos para satisfacer sus necesidades básicas.
De nada vale al gobierno la campaña permanente a través de la publicidad estatal tratando de crear una percepción de bienestar, cuando la gente piensa y siente todo lo contrario.
Los bolsillos de la clase pobre y media hablan a diario, aunque su eco no se escucha en los centros de decisiones, donde se quiere sustituir la realidad por un discurso que lo único que está provocando es la indignación de quienes han visto reducir sus ingresos, sin contar con el ejército de desempleados que hacen malabares para llevar la comida a la mesa de la familia.
Esto es lo que tiene que ver con la comida, con precios cada vez más altos y los ingresos cada vez más bajos.
Ahora el presidente Luis Abinader se destapa con otro «discurso victorioso» porque su gobierno, en tres años, ha logrado una reducción «récord» de los niveles de pobreza.
Una pobreza que se incrementó durante esta gestión según las cifras ofrecidas por las propias autoridades.
La pobreza en la República Dominicana pasó del 23,36 % al 23,85 % en 2021, un aumento de 0,49 puntos porcentuales con respecto a 2020, según datos divulgados por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo.
En agosto de este año el gobierno cambió la metodología para medir la pobreza en el país. Con ese nuevo mecanismo, se estableció que el país tiene 2,947,255 personas en pobreza monetaria, de los cuales 401,283 están en pobreza extrema.
Sólo hay que visitar las olvidadas comunidades rurales y barrios marginados de la capital para darse cuenta de que la realidad no son las plasmadas en esas estadísticas oficiales, difíciles de asimilar, a pesar de su maquillaje por los rostros demacrados de quienes sufren y padecen los rigores de la pobreza.
El gobierno también hace alardes de una mayor inversión en los programas sociales, que según se ha denunciado, están más concentrados al clientelismo político por la zafra electoral, que a las personas que realmente necesitan de la muleta del Estado para poder comer.
La Iglesia Católica ha descrito muy bien la situación refiriéndose a lo que ocurre en estos momentos en el país: “Un río de pobreza atraviesa nuestras ciudades y se hace cada vez más grande hasta desbordarse; ese río parece arrastrarnos, tanto que el grito de nuestros hermanos y hermanas que piden ayuda, apoyo y solidaridad se hace cada vez más fuerte”
No hay que hablar con los palos, como recomendó el Presidente Abinader a quienes no creen en las estadísticas que se difunden desde el gobierno, sólo hay que salir a las calles, poner los oídos en el corazón del pueblo para darse cuenta de que la situación no es del color de rosas que se pinta desde la cúpula del Palacio Nacional.
Con el agravante, de que el 2024 no apunta hacia buenas cosas, con una inflación que no se ha podido controlar y con un presupuesto elaborado por el gobierno que destina129 mil millones de pesos al pago de los intereses de la abultada deuda pública, en desmedro de las obras prioritarias que demanda la población.
Es la consecuencia directa del festival de préstamos que se han tomado en los últimos tres años, cuyo destino final cuestionan la oposición y economistas que no ven en que se invierten esos cuantiosos recursos, cuando icónicas obras sufren peligrosos deterioros por la falta de mantenimiento y otros proyectos, como la Presa de Monte Grande, se convierte en un elefante blanco, dejando caer la palabra presidencial que ha dado varias fechas para su inauguración.
Dicen los expertos que los números no fallan, pero cuando se ligan con la pobreza, los resultados finales suelen ser otros que no le cuadran a una población que no ha superado ese ciclo, que en la República Dominicana se cuentan todavía por millones, aunque desde el gobierno se describa un paraiso muy distante del cercano azufre que quema las esperanzas de los huérfanos de las políticas sociales, esos hogares donde la equidad no termina de posarse, con necesidades cada vez más apremiantes.
En síntesis «Sólo los hechos son la realidad».