La erosión de la credibilidad del Presidente
Por Guillermo Tejeda
(Director Resumen Final de Noticias)
Al presidente Luis Abinader no le ha ido bien en el inicio de su segundo mandato.
Quienes deberían ser sus principales aliados para la gobernanza, ministros, directores, congresistas y asesores le están fallando de manera progresiva.
Se observa una desconexión entre lo que hace el gobierno y lo que quiere, demanda y necesita la gente.
Eso explica el de “atrás para alante” en medidas adoptadas por la administración, dando la sensación de improvisación que ya no se acepta en un presidente que aborda su segundo período.
Casi a diario se suscita un escándalo que salpica la credibilidad del gobierno y del mandatario.
En momentos en que el presidente Abinader proclama que a su gobierno le “rinden los chelitos”, se trata de imponer una reforma fiscal con ajustes que no soportaba una población y que se descartó, no solo por la presión social, sino también por empresarios con los que la actual gestión tiene profundos e inocultables compromisos políticos y económicos.
El jefe de Estado tuvo que asumir y cargar con el costo político de lo que no previeron sus asesores y funcionarios responsables del área económica y financiera del gobierno.
También se precipita una reforma constitucional que pasó “sin pena ni gloria” al valerse de la mayoría congresual y no del consenso que amerita una tarea de esa dimensión.
No había pasado ese vendabal cuando funcionarios ponen más huevos en la canasta, con disposiciones de tiempos que se creían superados, como el de la famosa circular del Ministerio de Administración Pública obligando a los empleados a presentar sus contratos de energía eléctrica y agua potable, violentando su intimidad.
Y ahora salen a flote los escandalosos alquileres contratados por funcionarios que evidencian una francachela desde el Estado cuando al dominicano de a pie se le exige austeridad.
En el tintero de los escándalos hay más situaciones que en los próximos días conocerá la población, que ha comenzado a exigir la transparencia que le vendió la clase gobernante que promovió campañas contra la corrupción que se han traducido en voluminosos expedientes que se ventilan en los tribunales, pero que se desvancen como las esperanzas que se tenían de quienes prometieron un cambio que sigue transitando los mismos errores del pasado.
Lo que preocupa de todo esto es la erosión de la credibilidad de la palabra presidencial. La gente no concibe que un presidente diga una cosa hoy y mañana otra. Que prometa y no cumpla. Que se justifiquen medidas y que al otro día se tenga que rectificar.
En el país se evidencia un retroceso de la confianza, percepción que se asocia a la debilidad de la respuesta de los funcionarios y la falta de consecuencias. La confianza se ha exacerbado en la sociedad dominicana por la progresiva desconexión entre sociedad e instituciones públicas desgastando la credibilidad del presidente Abinader.
Los principales colaboradores del Jefe de Estado no están aportando lo debido y Abinader se está sobre-exponiendo para evitar el naufragio de su segundo mandato que apenas comienza con una peligrosa pendiente que apunta al declive en la confianza institucional, requisito fundamental para una buena gobernanza.
Los proyectos del gobierno para implementar reformas económicas que ayuden a mejorar la calidad de vidad de los ciudadanos no irán a ninguna parte si no hay confianza institucional.
Y es que se están erosionando las bases de la confianza ciudadana y eso no es bueno para ningún gobierno y menos para el que encabeza Abinader con grandes desafíos en lo que tiene que ver con la economía, la seguridad ciudadana, la calidad de los servicios, sobre todo la salud, esta última controlada por empresarios que han boicoteado cambios en la Seguridad Social.
Ojalá no se espere la noche, para rectificar en el camino correcto.