Las Encuestas: Instrumento de medición o mecanismo de manipulación del electorado

Me inscribo dentro de los que valoran las encuestas como una herramienta adecuada para medir las preferencias electorales en un momento y un lugar escogido.

 

Pero hay tantas encuestas como personajes abundan en la fauna política dominicana, todos dados a sacar su mejor tajada, política o económica de la zafra electoral que se avecina.

 

Precisamente ahora que nos hallamos en frenético fragor reeleccionista, y según resalta la oposición, un río de papeletas corre por las cañerías publicitarias (más de 8 mil millones de pesos), muchas firmas encuestadoras reflejan de manera aplastante una aparente superioridad del actual presidente y aspirante a la reelección Luis Abinader.

 

No es casual que grupos de medios de comunicación contraten sus propias firmas encuestadoras y que arrojen los mismos resultados, sin reparar en análisis ni puesta en dudas de sus datos.

 

Por supuesto que esas mediciones no reflejan el amplio descontento que provoca en la población los altos precios de los productos de la canasta familiar, que llevan al dominicano humilde a pagar hasta 40 pesos por un plátano, entre 85 y 100 pesos por una libra de carne de pollo, 35 y 40 pesos por una libra de arroz, ni hablar que el dominicano de hoy no puede consumir carne roja, ni pescado, ni otros rubros cuyos precios están prohibidos para la población.

 

Pero los promotores del llamado cambio creen que «el indulgente dominicano» le endosará su voto a un gobierno que le ha triplicado un defectuoso servicio eléctrico.

Que le ha racionado el agua a una vez por semana, y la ineptitud gubernamental lo obliga a mantenerse encerrado en su casa porque la seguridad es un mito que se logra en los papeles, mientras la delincuencia lo atraca o lo mata al salir a las calles.

 

Un dominicano que asume como una sensación de impericia de quienes nos gobiernan, los sucesivos yerros en la política migratoria y en los despliegues de tropas en la frontera, con la intención de disuadir la construcción de un canal en la parte haitiana del Río Masacre.

 

Ese dominicano que cuando enferma no encuentra una cama en un centro médico, privado o público o que solicita infructuosamente, la presencia de una unidad del 911 para buscar respuesta a una urgencia que se le ha presentado…Ese es el que según las encuestas votaría en más de 50 por ciento por Luis Abinader.

Un gobierno, capaz de sacar a la luz pública más de 30 auditorías realizadas por la Contraloría General de la República a igual número de funcionario de instituciones públicas, que develan manejo «defectuoso pero subsanables», porque la corrupción solo sirve para denostar y perseguir a sus contrarios, es el que pretende cuatro años más.

 

Postergo adrede el tema de la Educación porque la incapacidad, rayana con la ignorancia, ha llevado a facilitarle libros de textos a los alumnos con cientos de faltas ortográficas y errores conceptuales impropios de una nación que discurre por senderos de un mundo civilizado, a un costo de miles de millones de pesos.

 

Un Ministerio que tiene paralizados cientos de escuelas mientras miles de niños no encuentran un aula mínimamente apropiada para recibir el pan de la enseñanza.

Para desgracia de quienes pretenden manipular las intenciones de los electores, por medio de encuestas, algunas de las cuales presiden conocidos funcionarios y dirigentes del partido de gobierno, me permito plantear una serie de casos que hablan solos de los desaciertos de las firmas encuestadoras. De los más recientes cito el proceso electoral celebrado en Brasil: Un fulgurante Luis Inacio Lula da Silva, superaba en primera vuelta a Jair Bolsonaro por más de 20 por ciento de los millones de votos que se cuentan en el gigante suramericano.

 

El día de las elecciones se igualaron las acciones y apenas un uno por ciento dividió a ambos contendores, obligándolos a acudir a una segunda vuelta, que por cierto ganó el candidato del PT, Lula da Silva.

 

Ningún estudio de preferencia acertó, ni siquiera se aproximó al resultado real del certamen.

 

Otro caso fue el de Argentina en las elecciones del 2015, cuando firmas encuestadoras como Aragón y Asociados daban a Daniel Scioli con ventaja de 19 puntos, pero que el derechista Mauricio Macri termina ganando 51.34, contra 48.66 de Scioli, con una ventaja de más de 3.50 por ciento.

 

Lo propio ocurrió en las elecciones del 2014 en Colombia, cuando Juan Manuel Santos derrotó a Oscar Iván Zuluaga 53 contra 47, a pesar de que todas las mediciones favorecían a Zuluaga 51.1, frente a 48.9 de Santos.

 

Otro fracaso de medición electoral se verificó en el plebiscito para decidir sobre el acuerdo de paz en Colombia, en el 2016.

 

Firmas encuestadoras muy conocidas y tenidas en RD como «infalibles», como la Gallup, habían dado un 67.6 a favor del SÍ, resultando que el NO, ganó 50.21, contra 49.78 del SÍ.

 

Los ejemplos de fracasos de encuestas son innumerables: En Ecuador en el 2017, Lenin Moreno arrasó con Guillermo Lazo,51. 16 contra 48.84, a pesar de que las mediciones le otorgaban una clara ventaja.

 

En Perú, en 2016 Pedro Pablo Kuczynski obtuvo 50.12 contra 49.88 de Keiko Fugimori, cuando todas empresas daban a la hija del expresidente Fugimori con una cómoda ventaja.

 

Pero también han devenido en fracaso las proyecciones en comicios celebrados en Guatemala, Uruguay y Bolivia.

 

Y también en España todas las mediciones favorecían al candidato del PP Alberto Núñez Feijoo, contra el representante del PSOE Pedro Sánchez y hoy por hoy se da como improbable que Núñez Feijoo pueda ocupar la primera magistratura española, en poder de Sánchez.

 

Ni siquiera los sofisticados métodos de medición utilizados en Estados Unidos aciertan al predecir con exactitud los resultados electorales.

 

Para los comicios del 2016 la candidata demócrata Hillary Clinton parecía tener el triunfo en los bolsillos.

 

Pero no fue así, aunque la esposa del expresidente Clinton obtuvo la mayoría de sufragios, termino imponiéndose un desafiante Donald Trump.

 

Muchos analistas se preguntan por qué fallan las encuestas. Para mí por falta de rigor científico al desarrollar el método de investigación.

 

Pero, sobre todo, en países como el nuestro, de escaso desarrollo institucional, porque son utilizados para crear en la población votante una falsa percepción de triunfo.

Utilizando la propaganda oficial se trata de sentar en el imaginario social y político del país una sensación de triunfo inevitable e inminente. «Lo dice la encuesta tal».

 

Con ello pretenden dirigir hacia las urnas a un electorado condicionado a «no botar su voto», si lo hacen en contra del que señalan las encuestas.

 

Esta sensación de triunfo que se pretende sembrar en el votante se abona con repetidas promesas de construcciones de obras por parte del primer mandatario para generar entusiasmo en la población, obras que traspasan el periodo para el cual está pautado gobernar, las cuales difícilmente la población ve concluir.

 

No existe una ley que regule el discurso de campaña, en especial cuando este resulta utópico y poco convincente, que no redunde en engaño para la población.

Lo que sí es cierto es que ninguna firma encuestadora sustituye al voto libérrimo de la población votante.

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