Lecciones de una reforma que zozobró al nacer

 

Por Miguel Ángel Núñez 

El retiro por parte del gobierno de la Reforma Fiscal, justo cuando tomaba impulso un formidable movimiento de rechazo social, trae consigo un manojo de lecciones, que bien aprendidas, pueden servir de antídoto contra la amnesia selectiva que sufren las autoridades cuando se confían en que solo basta tener control de los poderes públicos, como el Ejecutivo, el Congreso, Justicia, Altas cortes y Ayuntamientos, para imponerle a la población el proyecto que se les ocurra, para bien o mal de sus intereses.

El PRM y sus dirigentes entendieron que tener en un puño el poder congresual era suficiente para que la reforma pasara, pero no fue así.

Se trata de aumento de impuestos, la figura más odiada del ejercicio gubernamental y que peores conflictos ha provocado, tanto en el presente como el pasado remoto de la humanidad.

Les hablaba del control de los poderes públicos, y agrego que si estos se logran en base a habilidades y mecanismos altamente cuestionados de elección, es pasible de traducirse en una encerrona para el gobierno, si se subestima la capacidad de reacción del pueblo, en especial cuando no está convencido de que las ejecutorias de la autoridad no toman un rumbo acertado o perjudicial a sus intereses.

Escuchar a los promotores del paquete fiscal, que incluye obviamente a funcionarios, economistas y comunicadores, llego a la conclusión de que ignoran que el hecho de la población favorecer con el voto mayoritario a un gobierno, no significa otorgarle un cheque en blanco para hacer lo que desea y cuando sea.

Dentro del plan para recaudar 122 mil millones de pesos había medidas de brinco y espanto para los dominicanos de cualquier nivel social, en especial, un aumento de 20 mil  a 200 mil pesos el Impuesto a la Propiedad Inmobiliaria (IPI). Perseguía que el cobro de este tributo, en vez de penalizar las casas a partir de un valor de 8 millones de pesos, lo hiciera a partir  de cinco millones que resulta el hogar más humilde de un barrio periférico de Santo Domingo.

Pero además, universalizar con un 18 por ciento el cobro del ITBIS, transformado en IVA, a todos los productos, bienes y servicios, exceptuando al arroz, pollo, plátano y yuca.

De terrorifico fue calificado el  aumento de 10 a 27 por ciento el impuesto a los ahorros, afectando a una amplia franja de envejecientes que  se sostienen de los magros intereses que devengan por sus pequeños certificados de ahorros.

Como un axioma he aprendido que no siempre la inteligencia y la capacidad de las autoridades para tomar decisiones correctas y ajustadas a las necesidades del común de la gente, superan a las de ese mismo pueblo al cual gobiernan.

En el caso que analizamos se daba como un hecho que el presidente Luis Abinader saldría airoso con su paquete de reformas, que al decir del pueblo gravaría hasta el aire, el cilantrico y las verduritas que se utilizan para condimentar los alimentos.

El propio mandatario, aprovechaba todos los espacios, para defender su maratónico paquetezo de reformas, comenzando por la Constitucional que el ciudadano ha recibido con escaso entusiasmo, que incluye entre otros puntos, un supuesto candado para evitar la reelección presidencial por más de un periodo consecutivos,  “y nunca más”, un aspecto que ya estaba contemplado desde la reforma del 2015.

Poco le importa a la población que le hablen de unificar las elecciones para los comicios del 2032, cuando en los actuales momentos sufre necesidades tan acuciantes como la electricidad, cara y deficitaria, deterioro de los servicios de agua, altos precios de los alquileres de viviendas, una inflación que devora los bajos ingresos de la gente y la inseguridad.

Se suma al paquete de yerros, el hecho de que el gobierno pusiera  a descansar  sobre los hombros del Congreso el peso de las reformas, confiado en el absoluto control de que dispone, sin tomar en cuenta a ningún sector que eventualmente resultaría perjudicado con el paquete de medidas.

Cuando a insistencia de los lideres de la oposición, se accedió a convocar a vistas públicas, ya era tarde. Algunos críticos de los planes oficiales se destaparon con discursos que encendieron la llama de la población.

El presidente Luis Abinader, abatido, decidió retirar del Congreso Nacional su proyecto de Reforma

Fiscal, que llegó a calificar como una “acción patriótica”.

Deja a ese poder del Estado en graves condiciones para defender las demás reformas que aún le quedan en el tintero al presidente. Me refiero a la Laboral, Reforma Policial, entre otras.

Ahora que el país parece caer en un limbo fiscal, se discute que hacer con una nación, peligrosamente endeudada, con las alforjas vacías y amplias demandas sociales por cumplir, y para colmo, un gobierno que se confiesa carente de alternativas para afrontar los retos inmediatos.

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