Lo que no debe hacer un periodista

Por Oscar López Reyes

La periodística despabila como una profesión altamente comprometida con la colectividad, delicada, riesgosa y celosamente vigilada por los ciudadanos, que juzgan a sus integrantes con arreglos a sus comportamientos conductuales. Para que saquen buena nota, están compelidos a ser vasallos de la moral y la ética y, por esos trazos y símbolos en la silueta del poder, silba como un apostolado, en su empuñadura más decorosa.
Alejado del costal agreste, chabacano o chantajista, y asido a un perfil cercano al sacerdotal, el periodista goza de credibilidad, respetabilidad y representatividad. Por sus atributos de concordancia, equilibrio y objetividad crítica, fue definido por el héroe nacional de Cuba José Martí (1853-1895) como un monarca y que -opino yo-, bajo ese blindaje aspire, sin cuestionamiento, a funciones en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y en las más disímiles entidades comunitarias.

Buscando que pulverice tentativas inmoderadas e injustas, y que se duche y herrumbe por el ánfora de la honradez y la decencia, el sábado 16 de abril de 1994, una Asamblea General Extraordinaria del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP) aprobó, por vez primera en la historia gremial, el Código de Ética del Periodista Dominicano, luego de la realización de talleres que impartimos en la capital, pueblos del Norte, el Este y el Sur; en Nueva York y Puerto Rico.

Ese año distribuimos mil ejemplares y en el 2002 tres mil de este documento educativo y normativo del ejercicio profesional, elaborado por quien escribe como presidente del Tribunal Disciplinario del CDP; Leopoldo Grullón, secretario, y Arelis Urbáez, miembro. Fueron impresos con la colaboración de la Universidad Dominicana 0&M y la Universidad Apec (Unapec). ¡Odre, la deontología!

Labore calificadamente para el solar privado, para el Estado (por carrera administrativa prolongada o el engranaje político a corto plazo), o para un tercer sector, el periodista está obligado a ceñirse a sus deberes, reglamentos y disposiciones, y también a exigir tolerancia en torno a sus creencias y opiniones.

Para facilitar su comprensión, ocho años después -2002- tuve a bien condensar los 55 artículos del Código de Etica del Periodista Dominicano en el Decálogo Periodístico, con estas prerrogativas:

1.- Defender el derecho universal de las personas a informar y ser debidamente informadas.
2.- Abogar por la facultad del público a tener acceso a una información objetiva, veraz y exacta.
3.- Propugnar por la democracia, la igualdad, la justicia social, la paz y el bienestar colectivo.
4.- Evitar incurrir en difamación e injuria, para proteger el honor de los seres humanos.
5.- Abstenerse de recibir estipendio para ocultar, distorsionar o privilegiar informaciones.
6.- Rectificar las informaciones falsas e inexactas, y respetar la propiedad intelectual.
7.- Guardar siempre estricto secreto profesional de sus fuentes de información.
8.- Velar por el respeto a sus opiniones y la profesionalización, a fin de que honre su labor y sirva mejor a la sociedad.
9.- Fomentar la fraternidad entre colegas, respetar su reputación y brindarles solidaridad.
10.- Actuar con rectitud en la empresa donde trabaja, y no desdeñar su buen nombre.

Y hoy, 29 años después -1994-2023- de la sanción del Código de Ética, también compendio en 10 puntos, en homenaje post mortem a Leopoldo Grullón, los actos contra la profesión periodística:
1.- No transgredir la Constitución de la República, ni las leyes adjetivas.
2.- No desinformar premeditadamente, ni difundir rumores tendenciosos.
3.- No consentir la censura, ni autocensurarse.
4.- No acosar por privilegios o prebendas, mucho menos extorsionar ni aceptar soborno.
5.- No utilizar documentos falsos o de procedencia desconocida, ni usar cámaras ocultas.
6.- No actuar confidencialmente para los servicios secretos ni organismos de inteligencia.
7.- No delatar a personas perseguidas de las cuales haya tenido informaciones o acceso.
8.- No atropellar la dignidad humana, la convivencia social ni los valores esenciales de las comunidades.
9.- No inmiscuirse en la vida íntima de las personas (diferente a la privada), salvo que se quebrante el orden público o acontezcan hechos noticiosos de interés colectivo.
10.- No desacatar la Ley 10-91, que crea el Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), su Código de Ética ni los diferentes reglamentos y acuerdos que emanen de sus organismos de dirección.

Lo que se hace, y lo que no se hace, entraña un dilema. La primera frase, que consta de cuatro palabras, arca con más latente aceptación en la autorregulación ético-jurídico, y la segunda, que se compone de cinco palabras, arde en una curvatura, por lo que despunta como la preferida para el título de este trabajo.

En lo tocante a la observación de la ética periodística aletea una falacia/mito, en una cruzada de dos chapas, impuesta adrede como una coartada/evasiva en el pétalo de la bruma. Señuela para que la mayoría de los 20 puntos precitados no sean acogidos, y se han vuelto tan álgidos que pocos se atreven a enfocarlos incisivamente.

La primera falacia/mito, la estomacal, parte del criterio de que si el periodista se abraza a la deontología, una hormiguita le perforará el vientre, por la escasez financiera para abastecerse de alimentos. ¿Acaso no se aprende -deshecho del hedonismo emocional, a amarrarse el bolsillo en el consumo, sin exhibicionismo competitivo, y a multiplicar los panes laborales (pluriempleo) aferrado a los principios ético/morales aposentados desde el hogar, el núcleo socio-comunitario y el centro de enseñanza?

La segunda falacia/mito postula que quienes acaten el Código de Ética Periodística terminarán en el buche de una hambrienta ballena, o serán triturados macabramente por voces mediáticas bucaneras, malignas y aisladas, y sus sobrevivientes cabellos y dientes transportados, por una avalancha de vientos, a los pasillos y a la caldera del infierno.

“Comunicadores” usurpadores -no cuentan con aval académico en la carrera- y periodistas descarriados se aprovechan de esos decires para asustar y encaramar el chanchullo, sin que los propios medios ni el CDP les ponga freno. El oropel y los temores les doblan las fauces.

El pecho erguido, sin un ápice de ruindad, no embauca ni burla, tampoco aplasta y ni hunde. He visualizado, hasta el fondo, la temática ética como conductor principal del Tribunal Disciplinario (1985-1986) del desaparecido Sindicato Nacional de Periodistas Profesionales (SNPP), como árbitro capital del Tribunal Disciplinario del CDP (1990-1992 y 1993-1995), como comisionado primario del Instituto de Previsión y Protección del Periodista (IPPP, 1991-1993) y como presidente del Comité Ejecutivo del CDP (2001-2003). La experiencia atizó la publicación del libro La ética en el periodismo, sin verificación de cierre de puertas.

Les refiero que juzgamos y expulsamos del CDP a infractores, y sometimos a la Justicia a 26 propietarios de medios por incumplimiento de la ley de colegiación, con actos instrumentados por los periodistas/abogados Santos Aquino Rubio, Alcedo Margarín, David Lorenzo y Wilson Gómez Ramírez. En vez de un exterminio lúgubre, ganamos 10 procesos electorales en distintas instancias gremiales, en un gesto de respeto y solidaridad; recibimos más de 40 trofeos y pergaminos, y el más amplio respaldo a mi pequeña empresa de comunicación.

Ahora se discute un pertinente y oportuno anteproyecto para regular el ejercicio de la palabra, con el título de “Ley sobre libertad de expresión y medios de comunicación” (resulta más actualizado que se llame Ley de derecho a la información), en el que se enfatiza en los límites ético/jurídicos, como contrafuerte para que los excesos verbales no deriven en canibalismo. También debe dejarse espacio para los enjuiciamientos judiciales, que son útiles para demostrar capacidad investigativa, integridad profesional y sumisión a las disposiciones legales. ¡Protejamos a los periodistas, encarrilándolos por el más sano sendero!

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