Nélsida Marmolejos desnuda injusticias Seguridad Social

Ni a la veterana sindicalista le quieren dar pensión

La ex directora de la DIDA, la Dirección de Información y Defensa de los Afiliados, Nélsida Marmolejos,  ha desnudado las graves irregularidades del Sistema de Seguridad Social en la República Dominicana, que ha servido hasta el momento solo para ensanchar las cajas fuertes de las instituciones financieras y postergando una pensión digna a quienes cotizaron para su retiro.

La veterana dirigente sindical, quien hace poco dejó la  DIDA y cotizó por 35 años para la Seguridad Social, es otra víctima de la injusticia del sistema, que le niega una pensión que por ley le corresponde.

Nélsida Marmolejos y el todavía tesorero de la Seguridad Social, Henry Sadhalá.

“Luego de pasarme todos esos años luchando por ayudar las personas a acceder a sus derechos de manera automática, tengo casi, casi, tres años que salí de mi cargo y es la hora que no se me ha dado una pensión, estando tramitada por el Consejo Nacional de la Seguridad Social, que era mi patrón directo, y solicitada acorde con lo que dice el marco legal y no se me ha dado la pensión que por ley me corresponde”, dice Marmolejos.

Denunció que se han quedado en el limbo quienes trabajaron en el Estado, pero no completaron los veinte años requeridos faltándole, en algunos casos meses para su cumplimiento, “pues al cotizar en el sistema de reparto no se les devuelve el dinero y tampoco tienen la opción del sistema de capitalización individual”.

Marmolejos se va a la raíz del problema que surgió en el 2003 con la ley 87-01, en medio de un proceso que define como muy accidentado, destacando la desinformación de los ciudadanos al incluirlos en las AFP, los fondos de pensiones que controlan grupos financieros.

Sostuvo que fue en medio de ese panorama en el que miles de personas fueron incluidos en el sistema de capitalización individual, teniendo ya un derecho acumulado pagando en Hacienda como empleados públicos.

Reconoció que fue en la gestión de Max Puig al frente del Ministerio de Trabajo cuando se alcanzaron mejores avances a favor de los afiliados de la Seguridad Social, al emitirse una resolución que prometía solucionar el conflicto creando un Comité Permanente de Pensiones para conocer esos casos y estableciendo que no se cerraría la posibilidad del cambio.

La directora de la DIDA, Nélsida Marmolejos, pronunció un discurso durante el panel internacional “Políticas de seguridad social para adultos mayores, propuestas para la creación de beneficios de la tercera edad”.

Se quejó de la edad para el retiro, deplorando que si no se acumula la cantidad de cotizaciones, la devolución se realiza a partir de un promedio de 110 años de vida, lo que supera las expectativas de vida establecida en el país por la Oficina Nacional de Estadísticas que es de 75 años.

En reportes de prensa del 2017, aparece Nélsida Marmolejos demandando que se eliminen todas las trabas que existen para garantizar que una persona a la hora de su retiro pueda acceder a una pensión que ha ido acumulando durante toda su vida laboral útil.

Entre esas trabas citó leyes que tienden a vulnerar el acceso al beneficio de una pensión en el sector público cuando este no cumple los 20 años de labor en el Estado y la limitación contenida en la norma vigente para que los de 65 años accedan a la pensión por discapacidad y sus dependientes accedan a la pensión de sobrevivencia.

Otras de las limitantes es la exclusión de los jubilados y pensiones en el Seguro Familiar de Salud de acuerdo a lo que establece el artículo 123 de la Ley 87-01; la prescripción de plazo para el acceso a los beneficios que no se encuentran contenidos en nuestra Ley de Seguridad Social.

El hecho es que Nélsida Marmolejos, una luchadora social, que trató de enderezar entuertos y abusos de los entes financieros de la Seguridad Social, hoy padece las mismas consecuencias que a diario denuncian los afiliados, que deambulan por las calles tratando de ganarse la vida, cuando tienen millones en las arcas de las AFP. El Estado se ha hecho de la vista gorda, abandonando su papel de garante ciudadano, para sumarse al jugoso y lucrativo negocio que han establecido los bancos con el dinero ajeno.

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