Pagando los platos rotos: Aumento desproporcionado canasta básica, inseguridad y deterioro de los servicios

La basura putrefacta se desparrama sobre la acera, llenando de hedor y de insectos cada rincón de la casa. Como el camión recolector que contrata el Ayuntamiento, con los recursos nuestros, no pasa desde hace 18 días, los gatos y los pordioseros rompen las fundas en busca de comida, convirtiendo cada frente de vivienda en un vertedero.

 

El país aún recuerda las inundaciones ocurridas el 4 de noviembre del año pasado. Se comprobó que las deficiencias en la recogida de la basura género un cúmulo que congestionó los imbornales, sumergiendo la Capital en un caos espantoso por el gran lago urbano que arrancó la vida a varias personas, en tan solo una hora de lluvia. Ningún organismo de socorro ni autoridad edilicia, han dado una explicación convincente de lo acontecido.

 

Esta vez el cuadro parece repetirse, con vertederos improvisados a todo lo largo de avenidas y calles del Distrito Nacional y de otros municipios del Gran Santo Domingo, por la ausencia de los camiones recolectores.

 

La recogida de los desperdicios que generamos se ha convertido en un jugoso negocio que lucra tanto a los síndicos, regidores como a empleados de los cabildos que contratan sus compañías recolectoras favoritas, e incluso se asegura que algunos funcionarios son propietarios de estas compañías que cobran miles de dólares por cada tonelada de desperdicios que acarrean hasta los vertederos, también manejados a cielo abierto, sin técnica, ni garantías de que redunden en beneficio para la población.

 

Las autoridades dominicanas desde la caída de la dictadura, no han podido manejar con eficiencia y de manera provechosa, como sucede en otros países, esos desechos, que en especial los orgánicos, son transformados en energía, objetos del hogar, como vasos, muebles y sillas.

 

Hoy la recolección de la basura se ha tornado en un recurso político que le sale muy caro a los dominicanos, con grandes cuotas presupuestarias, cobro de arbitrios, que devoran nóminas de políticos y, en fin, una fuente inagotable para quienes reciben o asignan los jugosos contratos.

 

Con la basura continuaré más adelante, porque lo que pasa con el agua es cosa de espanto y brinco.

 

Hace más de un mes que el líquido vital no llega a nuestro hogar, ni a miles de viviendas de la Capital.

 

Las autoridades de la Corporación  de Acueductos y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD), alegan también que las deficiencias en las fuentes que abastecen los acueductos están impactadas por una severa sequía, aunque «curiosamente», el líquido llega a raudales a sectores de alta densidad poblacional, lo que induce a sospechar que puede existir un manejo político del problema, por lo que se envía el agua a los sectores  de mayor cantidad de votantes,  con el supuesto de mantenerlos contentos de cara a un venidero proceso electoral.

 

De ser así sería un crimen y un acto de bandolerismo político incalificable. Sin embargo, la abundancia, hasta el desperdicio en algunos sectores como Villas Agrícolas, Villa Francisca y Villa Consuelo denuncian que algún «genio del mal» estaría maniobrando para que a unos le llegue agua en abundancia y a otros no.

 

Mientras tanto, las familias de sectores como El Cacique, Costa Brava, El Portal, 30 de Mayo y Honduras, entre otros, tienen que abastecerse comprando camiones a precio de mil 700 pesos.

 

Es penoso afirmarlo, pero la crisis del agua, sin una explicación convincente, ha dado lugar a un sórdido negocio, pues se afirma que la CAASD recibe entre 300 y 500 pesos por cada camión que despacha desde sus tanques de almacenamiento.

 

De modo que calcule usted cuánto recauda el organismo, si miles de camiones cada día se abastecen de los tanques de la CAASD, agravando la de por sí apremiante economía popular de los residentes.

 

Las autoridades de Salud Pública no descartan que el consumo de agua contaminada, tomada de fuentes no confiables, que sirven algunas de estas compañías, podrían contener la bacteria que transmite el cólera que se ha detectado en residentes de los sectores de Villas Agrícolas, Almirante y la Zurza.

 

Los dominicanos enfrentan un aumento en los precios de los artículos de consumo, en especial los más demandados por la población.

 

Por más que busquen fórmulas no hay forma de que productos como el plátano verde baje de 30 o 40 pesos la unidad, a pesar de las zonas de alta productividad de esa planta, como en la sureña Barahona y sus municipios Vicente Noble y Tamayo, y el Cibao como Moca, Salcedo, la Vega no sufrieron los efectos de la tormenta Fiona.

 

Lo propio pasa con el arroz, el huevo, la carne de pollo, cerdo y res, cuyos niveles de precios no se alcanzaban ni en épocas de catástrofes naturales.

 

Hay alimentos como el pescado y algunas carnes que el público los ha eliminado de su dieta, sustituyéndolos por vegetales como la berenjena, tayota y el molondrón, debido a sus altos precios.

 

Pero no es casual que coloque como un renglón separado lo que ocurre con la salud.

 

No hay ciudadano que no haya sido víctima de abusos cuando ha tratado de requerir servicios de salud en un centro, sea público o privado.

 

Tenga o no protección de alguna aseguradora el trato es excesivamente caro, deficitario y medalaganario. 

 

La educación la abordaremos en otra entrega debido a lo delicado del tema.

 

De esta lista que más bien parece un memorial de agravios, no puede faltar el tema de la inseguridad.

 

Pocos ciudadanos podrían confesar que no han sido víctimas de algún acto delincuencial, en las calles mientras caminan, se desplacen en un vehículo o estén en el seno de su hogar.

 

Por igual relatan el mal sabor de boca que le queda cada vez que se han presentado ante un destacamento policial en busca de protección o reclamo de justicia por algún agravio recibido. 

 

De hecho, analistas políticos han acotado que la inseguridad, los altos precios de la canasta familiar, la mala calidad de los servicios y un desvanecimiento de las expectativas de progreso constituyen los puntos más débiles del presidente Luis Abinader, de cara a un proceso reeleccionista en los comicios del año próximo.

 

Las autoridades tratan de justificar con excusas y estadísticas que no convencen a la población sobre las razones que provocan el descalabro de la calidad de vida de los ciudadanos. 

 

En especial, recurren a los conflictos entre Ucrania y Rusia, la pandemia del Covid 19 y el impacto de los fenómenos naturales, para explicar las carencias y los altos precios de bienes y servicios.

 

Atribuibles o no a factores externos, deficiencias en la forma de gobernar de los antecesores del gobierno actual, lo cierto es que cada ciudadano, de clase baja y media, (no de los ricos que en este y cualquier gobierno se sirven con la cuchara grande) en los momentos actuales, siente sobre su cuello, una especie de yugo que le oprime su existencia.

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