Parece que a Luis le llegaron los numeritos…

Independientemente de unas encuestas, que le otorgan al presidente Luis Abinader una posición tan cómoda, como para ganar en primera vuelta en los comicios del 2024, lo que realmente parece es que los estrategas del gobierno y del PRM, han notado signos preocupantes en el proyecto, por estudios realizados con el rigor científico y sin el apasionamiento que caracteriza a quienes hacen mediciones por encargo, con el objetivo de encandilar a quienes mejor pueden pagar por ese trabajo.
A Abinader que se le atribuyen rasgos parecidos a los del expresidente Salvador Jorge Blanco, quien por ejemplo ordenaba parar su vehículo y toda la parafernalia oficial, para tomarse un agua de coco frente al Parque Independencia, se le ha visto en rituales populistas, muy similares, como visitar un colmado para tomarse una coca cola y charlar con sus dependientes.
No podemos negar que el mandatario es un hombre afable, con cierto encanto pueblerino, pero es notorio que su intención es desarmar a quienes le critican el haber estructurado un gobierno privilegiando a determinado perfil racial -poppys- en perjuicio de los «wa, wa, wa», a quienes consideran una especie en extinción en el gobierno de Abinader, con la excepción de Toñito Almonte, electrocutándose con los problemas eléctricos del Ministerio de Energía y Minas, Deligne Ascensión en Obras Públicas y Roberto Fulcar, recientemente destituido en Educación.
Pero no son las críticas al supuesto perfil ario que predomina en la administración pública lo que preocupa al gobierno, de frente al 24, sino cómo las políticas oficiales han impactado a los planos medios y bajos de la población, donde está la mayoría de los votantes.
En especial cuánto han aumentado los precios de los alimentos que consumen, los servicios eléctricos, materiales de construcción, deterioro del servicio de salud, incremento astronómico del desempleo.
También impactan la incapacidad del sistema de seguridad para frenar el crecimiento de la delincuencia, y como si fuera poco, el combate a la corrupción que es una bandera que agitan las actuales autoridades, no lo hacen con el mismo ímpetu cuando se trata de la corrupción de los propios.
Los monitores del proyecto oficial saben que las deficiencias, que son inocultables, aunque agravadas por la pandemia del Covid-19 y la guerra Ucrania-Rusia, minan las posibilidades electorales de Abinader, de cara al 2024.
Conscientes de su situación, la propaganda del gobierno promueve una serie de obras como la tercera etapa del Metro hacía los Alcarrizos, el monorriel de Santiago, aunque otras están en la fase del primer palazo que da el presidente en los actos que encabeza cada fin de semana en distintas regiones del país.
Un diario calculó que solo en el pasado mes de agosto, Abinader anunció la construcción de 19 nuevas obras por un monto superior a los 12 mil millones de pesos.
Dentro de ese esquema, orientado a enamorar a los pobres se plantea la resolución del Ministerio de Trabajo, lanzada con bombos y platillos para mejorar las condiciones salariales y laborales de las empleadas domésticas, aunque la iniciativa deviene en arma de doble filo, ya que, así como beneficia a ese sector carenciado, perjudica a sus empleadores de clase media.
Pesa mucho en la mente y el bolsillo de la gente los recuerdos de cuando visitaba los supermercados, con variedad de artículos y precios asequibles. Las redes sociales difunden sondeos que reflejan el ánimo de las personas cuando se le cuestiona sobre temas de interés general o preferencias partidarias de frente al venidero proceso.
Añoran los programas sociales que contribuían con bonos para adquirir gas propano, bonos para pagar la luz y tarjetas para comprar alimentos, incentivos para los matrimonios con hijos en edad escolar.
En la actualidad la mayoría de esos programas han sido desmontados y apenas un reducido número de personas tienen acceso a planes famélicos que terminan en frecuentes escándalos.
En el caso de la clase media, una pareja de recién casados podía adquirir un apartamento con un inicial manejable, tasas de menos de 10 por ciento mensuales, inamovible por cinco años, un carro de mediano uso en similares condiciones, podía viajar una vez al año al extranjero, con boletos que podía pagar a plazo.
También podía iniciar su vivienda con materiales de construcción a precios muy cómodos.
Los activistas de la reelección están conscientes de que la oposición está debidamente enterada de que el proyecto oficialista presenta debilidades que sabrá capitalizar en su momento.
Desde ya se escuchan los ataques e intentos de descalificación por parte del litoral oficialista, contra los contrincantes que estiman mayor mella le pueden hacer.
Pero lo que está a la vista es que, tal y como lo hacía el fenecido presidente Salvador Jorge Blanco, al presidente Abinader recurre a tácticas de acercamiento con las franjas sociales más vulnerables y numerosas que aportan el mayor caudal de votos en las elecciones. No es que sufra de una sed que le obligue a detener su vehículo en el colmado de la esquina para tomarse un refresco como lo hace cualquier mortal.