Presidente: Se necesitan hechos, sobran las palabras

Por Guillermo Tejeda
(Director Resumen Final Digital)
El gobierno está asistiendo a una aguda crisis de credibilidad que ya hace mella en la popularidad del presidente Luis Abinader, restándole impacto a los primeros 100 días de su segunda gestión y provocando un sentimiento de desconfianza en la actual administración.
Y es que como decían los romanos hace cientos de años «Res non verba», la gente está reclamando hechos, no palabras.
Los tantos discursos del presidente Abinader y sus comparencencias púbicas en las que habla hasta tres veces en un día, no van seguidos de hechos, por lo que sus palabras, para muchos dominicanos, ya no cuentan.
Se evidencia desde el gobierno, un exceso de palabras, de promesas, que no van acompañadas de acción desde el ejercicio del poder.
Hay una sobre-expósición del presidente Abinader para repetir lo mismo. Se formulan promesas sobre promesas, algunas muy publicitadas durante la jornada de campaña electoral que con el paso de los años en el gobierno no se cumplen.
Eso es muy peligroso para un gobernante, porque en la población se va acrecentando la percepción de que las que se pronuncian son palabras huecas, falsas y saturadas de una frívola fantasía en un país que demanda realidades ante los problemas que enfrenta.
En el gobierno se han dado cuenta de esto, pero faltan las acciones para que no sigan creciendo como una bola de nieve, la decepción, el vacío y la falta de confianza, contribuyendo a erosionar las reglas de la sociedad desencadenando un descontento social.
Hemos visto en las últimas semanas un esfuerzo desde el Palacio Nacional por tratar de revertir la situación, con anuncios vendiendo un optimismo que no percibe la población, que cuestiona el destino de los miles de millones de dólares tomados como préstamos por el gobierno en los últimos cuatro años sin ninguna gran obra que exhibir.
Obras que le pondrían sello a la administración Abinader lucen rezagadas: El Metro de los Alcarrizos, con cuatro años en construcción y los avances materiales son mínimos, el Monorriel de Santiago ahora se terminará en el 2026 cuando se le vendió a la población que estaría listo a finales de este 2024 o en el primer trimestre del 20225 y por ahí se pueden citar otras reiteradas promesas incumplidas.
La población también percibe un despilfarro desde el gobierno, cuando el momento aconseja austeridad y se amenaza a la población con más subidas de impuestos, en momentos en que la inflación lacera los bolsillos de la clase media y los demás desposeídos.
Un ejemplo son los millonarios alquileres para oficinas públicas, para satisfacer el ego de funcionarios que demandan más confort para poder atender las responsabilidades puestas sobre sus hombros, la compra de lujosas yipetas y se dice que hasta villas que no se sustentan con el salario devengado.
La transparencia, una de las promesas vendidas por el gobierno al electorado se ha ido tornando de manera vertiginosa en opacidad. Los casos emergen a diario de las dependencias gubernamentales. Hay una falta de transparencia en los datos, en las cosas y en los funcionarios con salvadas excepciones.
Al gobierno le está haciendo falta y con urgencia, una reconexión con los ciudadanos. Hay un desgaste de la confianza que podría marcar el inicio de la debacle del segundo mandato el presidente Abinader, con un partido que se ha involucrado en una lucha a destiempo por la candidatura del partido de gobierno y unas expectativas económicas sobre las que ya han alertado voces autorizadas del empresariado y la industria.
Al presidente Abinader, alguien de su absoluta confianza en su entorno, debe recordarle que de las falsas expectativas casi siempre surgen huracanes de frustraciones