Ratonizando la Política

Tal vez fue una expresión catártica del expresidente Danilo Medina, afirmar, frustrado, que “en el PLD las primeras en saltar del barco fueron las ratas, por temor a que se hundiera”, al analizar que de un 62 por ciento de popularidad que tenía el Partido de la Liberación Dominicana en el 2019, cayó a un 10 por ciento en el 2024, debido a la división, a la compra masiva de dirigentes y al canibalismo desatado por el partido de gobierno, haciendo uso de los incontables recursos de que disponía.

Los acontecimientos últimos ocurridos en el país demuestran que la política puede ser tan noble, como la concibió Duarte o tan inicua como Nicolás Maquiavelo. Depende.

Aun así, yo no llamaría “ratas” a quienes optaron por abandonar el barco del PLD, hasta obtener una votación tan pírrica en los pasados comicios, más bien los calificaría de gacelas de ojos muy entrenados para cambiar de sabana, en busca del pasto fresco, que ya el viejo corral no le proporciona.

Es decir, ya el PLD no era la fuente de donde manaba leche y miel durante 20 largos años de poder.

Ya lo había dicho el fundador del PLD, profesor Juan Bosch, en una de sus memorables rabiascas éticas,  cuando amenazó con abandonar el PLD en el 1991, que “la organización se había convertido en un nido de pequeños burgueses, con todos sus vicios”, al enterarse de que muchos de sus dirigentes pactaban acuerdos “secretos” a espaldas de su dirigencia con el presidente Balaguer para obtener posiciones de mando o nombramientos de sus parciales en la administración balaguerista, en desmedro del PLD.

Vale recordar el “pragmatismo” de Norge Botello, cuando de ser presidente de la Cámara de Diputados, logró el nombramiento de un miembro del PLD, seguidor suyo, en la CAASD e incluir peledeistas en programas de viviendas que desarrollaba Balaguer, sin el conocimiento del líder profesor Bosh.

No veo al expresidente Medina como al político de fáciles epítetos contra los peledeistas que ponen pies en polvorosa buscando las canonjías que da el poder.

Más bien se trata de una reacción molesta a un hecho político que le afectó profundamente, como fue el impacto demoledor que sufrió su organización, que bajo su liderazgo creció como nunca antes.

Los analistas del tema definen la salida de un dirigente de una organización política hacia otra contraria, como transfuguismo, y adquiere mayor relieve cuando la organización receptora es la enemiga principal, y peor, cuando está en el poder, por lo que se entiende como una compra por dinero, cargo público o favor político que el tránsfuga no garantizaba preservar en la vieja entidad, donde gozó de los privilegios más exquisitos, como curules en el Congreso, ayuntamientos, cargos públicos y nombramientos suyos y de familiares, con los privilegios que ello representa.

A partir de la llamada “guerra fría”, como se denominaba el enfrentamiento ideológico del capitalismo, representado por Estados Unidos y comunismo por los rusos, los actos de transfuguismo obedecían más a diferencias de tipo político-ideológico que económico, caso de León Trosky y Lenin, en la Rusia bolchevique.

En nuestro país incluía el tema político y también el económico, como ocurrió durante el gobierno de Joaquín Balaguer que se propuso desarticular a la oposición con el asesinato de dirigentes de izquierda o la compra en casos como el del senador por Pedernales del PRD Pablo Rafael Casimiro Castro, posterior a este casi sucumbir a un atentado con fósforo blanco perpetrado en mayo del 1967.

Otro caso emblemático fue la cooptación en 1978 del secretario general perredeista Washington Aníbal de Peña y decenas de dirigentes más.

En el proceso recién finalizado en el que la oposición, dígase PLD, FP, PRD fueron descaradamente diezmadas por el PRM como partido de gobierno, se trata de la acción más violenta de un partido en el poder contra la oposición, según los analistas, sin reparar en lo atrevido ni en lo perverso, el objetivo principal era retener el poder a cualquier precio. Al precio inmundo de las ratas o al sutil de cualquier mortal.

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