Tío Frank Reynoso: 113 años bien vividos, con amor a la familia y humildad

Ningún secreto, ni dieta sofisticada que guardar, ni filosofía conservacionista. Solamente discreción al comer y los excesos limitarlos al trabajo, el amor a su familia, buena convivencia con sus amigos y mejor vivir con sus vecinos.

Eso parece haber sido la clave para que este 22 de marzo, Frank Reynoso, tío de quien suscribe, arribe a sus 113 años de edad, rodeado del cariño de nueve de sus 12 hijos, ya que tres han fallecido.

Muchos querrán conocer la estrategia de vida utilizada por Frank para prolongar su existencia, más allá del común de los dominicanos, pues se dice fácil, pero cumplir 113 años en un mundo lleno de contrariedades, al acecho de pandemias, caminos con abrojos y limitaciones económicas, son más que un desafío, una dicha o una bendición.

Pero el principal reto es sobrevivir al inexorable paso de los años, teniendo solo los dos brazos para trabajar y echar hacia adelante.

Nació como Francisco Mamerto Reynoso Cepeda en la comunidad de Palmarito, Salcedo, el 22 de marzo de 1911, el año que asesinaron al presidente Ramón (Mon) Cáceres.

En 1944 contrajo matrimonio con la joven Aurelia Almánzar, quien falleció recientemente a los 104 años, procreando a: Ricardo, Francisco, Margarita (fallecida), Josefina Mireya, Luis Manuel, Julio César (fallecido), Rosario, José Aquino, Orlando, Carlos Manuel y Antonio.

Don Frank Reynoso junto a su esposa Aurelia Almánzar con 102 años, en su cumpleaños 111.

Fue el mayor de una camada de nueve hijos de la señora Francisca Cepeda (Pancha) con el agricultor Apolinar Reynoso, quien había procreado 33 hijos en diferentes uniones.

En su largo trayecto de vida casi coincide con hechos y situaciones históricas, determinantes para el devenir político social del país.

Con muy pocos contemporáneos vivos, Frank cumplía 5 años cuando se produjo la invasión de Estados Unidos en 1916 y 13 años cuando las tropas abandonaron el territorio en 1924.

Con menos años sobre sus espaldas recordaba perfectamente cuando fue instalado en la presidencia el caudillo Horacio Vásquez y Federico Velásquez, como vicepresidente en 1924.

Era todo un joven de 19 años cuando se juramentó en 1930 el brigadier Rafael Leonidas Trujillo, quien gobernaría el país a sangre y fuego por espacio de 30 años. Ese mismo año sufrió como todos los dominicanos los embates del ciclón San Zenón, aunque por razones geográficas, los daños materiales y personales fueron menores en la zona del Cibao que en el resto del país.

Contemporáneo de Enrique Blanco en 1936, recuerda que el valiente guerrillero, perseguido por el Ejército, se desplazaba sigilosamente por las noches, por los campos de Moca, limítrofes con Salcedo, donde recibía algún tipo de protección de los campesinos que disimuladamente le dejaban a su alcance en los fogones de las cocinas alimentos como carne seca y batata asada.

Pero no olvida ser testigo de excepción del rapto y posterior asesinato de su amigo y compañero de oficio, María Blanco, hermano del fugitivo, un crimen perpetrado por el régimen para doblar su moral combativa y provocar su entrega al estado que lo asediaba.

Como dato que daría respuesta a las preguntas sobre su longevidad, están el haberse dedicado por más de 70 años al oficio de arador de tierra, una labor que implica mucho esfuerzo y sacrificio, enyugar una yunta de bueyes a las 6:00 de la mañana y a fuerza de muñeca conducir en línea recta, con suficiente profundidad y sin salirse del surco, el arado de hierro fundido de 100 libras de peso, tarea que concluía al caer el sol.

En una ocasión se comentó entre bromas que ha caminado tanto en su larga existencia en la tierra, que daría varias vueltas al globo terráqueo.

Si algo contribuyó para lograr una vida saludable por tantos años, es haber vivido libre de odios y de rencores, con familiares y vecinos.

A todos trataba con bromas e historias propias de la vida rural.

Su alimentación no superaba los productos que tradicionalmente consume el dominicano: plátanos, huevos, arroz y habichuelas, y carne cuando podía.

Las escasas visitas a la capital eran siempre para ir a un médico a pedido de su hijo Luis Manuel. Prefirió siempre vivir en Palmarito, el campo que le vio nacer, alimentando con maíz sus gallinas y sus cerdos.

En sus 113 años sobrevivió a pandemias como la gripe española de 1919, que en nuestro país tuvo una gran incidencia. También una epidemia de viruelas en 1920, y en el 2020 la terrible pandemia de Covid 19, la cual Frank superó en dos ocasiones, gracias al cuidado de su hija Rosario y los médicos que actuaron con eficiencia, pero también gracias a su privilegiado sistema inmunológico.

Como ha de suponerse, cumplir 113 deja sus huellas, hoy día en cama, el cumpleaños de Frank habrá de celebrarse con discreción, en estricta intimidad familiar, lo que no impedirá que le preparen su comida favorita, con las expresiones de gratitud a Dios por permitirle una longevidad poco vista en seres humanos, sin dolores en el alma.

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