Un clamor por Conde Olmos y cientos de privados de la atención médica
Por Miguel Ángel Núñez.
Me estremece, porque me coloco en su lugar, como amigo y compañero de profesión, el drama por el que atravesó el periodista Conde Olmos, arrastrando su dolor por un sistema de salud que no le dio la oportunidad de continuar proyectando su talento y cumpliendo con la misión para la cual fue formado, hasta que finalmente El Altísimo quiso que desapareciera de la faz de la tierra.
Hoy fue Conde, periodista, amigo de las mejores causas a quién le tocó sufrir los estragos de la diabetes, en especial del Tipo ll que es una enfermedad muy propia de la vida moderna, caracterizada por el sedentarismo, con excesos en la ingesta de alimentos ricos en carbohidratos y azúcares, muy presentes en la llamada dieta chatarra, a la que recurren personas que como él, se pasó gran parte de su vida sentado en un escritorio de la redacción de un periódico, comiendo cualquier cosa y a cualquier hora.
Afirman los médicos que un paciente con enfermedades metabólicas como la diabetes precisa de una alimentación balanceada, con frutas y proteínas, un cuidado que implica el suministro oportuno de los medicamentos apropiados, ejercicios y un reposo consciente, para evitar stress.
El abandono de estas pautas induce a las personas, gradualmente, a sufrir el deterioro de órganos vitales, como la vista, riñones, corazón, pérdidas de sensibilidad, el llamado pie diabético, finalmente los accidentes cerebro-vasculares y la muerte inminente.
Cumplir con un esquema de tratamiento y de cuidado que garantizan prolongar la vida de las personas, era sencillamente imposible para Conde Olmos y miles de personas que desarrollan sus vidas en estas condiciones.
Tampoco se manifestó la responsabilidad del Estado, ni un ordenamiento legal y laboral que garantizara servicios de salud eficientes, aunque contemos con una ley de salud que con el paso del tiempo ha devenido en un mecanismo para succionar recursos y hacer más ricos a empresarios y autoridades del sector.
Como periodista fui testigo de la creación del Centro Cardio-neuro Oftalmológico y de Trasplantes (CECANOT), bajo la dirección del doctor Federico Núñez y un equipo de especialistas, de los mejores del país y toda la región, con entrega y desprendimiento dignos del mayor elogio.
Qué buscaba el CECANOT? Rescatar a esos cientos de dominicanos que sufren mutilaciones y padecen secuelas de la diabetes mal tratada, como la ceguera prematura, invalidez y muertes, sin tener que vender una vaca, la casita o incurrir en deudas impagables para cubrir los gastos que reclama el insaciable sistema sanitario que en los últimos tiempos aumenta su agresividad.
Su indolencia no tiene límites, padecer en República Dominicana de afecciones de las llamadas catastróficas, solo es comparable con caer en prisión y tratar de convencer de nuestra inocencia a los actores de un sistema judicial y carcelario corrupto.
El aporte del CECANOT fue esperanzador ya que implicaba, sin tener que incurrir en el gasto de fortunas, del rescate de esos pacientes, muchos en etapa productiva, mediante el trasplante de riñones, de corneas, cirugías cerebrales para remover tumores, trombos o coágulos, desbloqueamiento de arterias y otros procedimientos vitales, con el uso de tecnología médica de vanguardia. Pagaba si contaba con recursos, se cubría con seguro médico si era asegurado, pero por lo general, la atención era gratuita.
El plan era establecer réplicas del CECANOT en las provincias cabeceras del país, para que los pacientes no tuvieran que trasladarse a la Capital para recibir atención médica, previniendo de ese modo el agravamiento de sus achaques.
Sin embargo, la actual política de salud -si existe- no contempla este tipo de mecanismo que propendería a dar un paso adelante a una enfermedad que cada año cobra la vida a cientos de dominicanos.
El fallecimiento de Conde, decenas de periodistas y ciudadanos se ubica en un contexto de abandono del Estado y de las llamadas ARS, en el cual la mayoría de especialistas rehúsa brindar servicios con el carnet del seguro, alegando que el pago que reciben de estas empresas, es irrisorio y el sector oficial tampoco cumple con su misión de dar servicios de salud adecuados a los ciudadanos, como contempla la Constitución.
De modo que por el periodista Conde Olmos Golibart y los cientos de dominicanos que padecen estas afecciones metabólicas, vayan nuestras oraciones con la esperanza de que se obligue al Estado y a los actores del sistema de salud a cumplir con el compromiso de atender este servicio por el cual reciben cientos de miles de millones de pesos y la encomienda de los ciudadanos que depositaron su confianza con su voto.