Una perspectiva, la gestión del reto demográfico
Por Juan Temístocles Montás
La semana pasada, una publicación de Bloomberg llamaba la atención al hecho de que la época de las familias numerosas en Latinoamérica estaba concluyendo. Esa afirmación se sustentaba en los datos siguiente aportados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL): mientras que en 1950 se documentaban en promedio 5,8 nacimientos por mujer, en la actualidad apenas se registra una media de 1,8.
En el caso de República Dominicana, también la época de las familias numerosas terminó. Mientras que en 1950 se reportaba en promedio 7.5 nacimientos por mujer, este año apenas se registran 2.2.
El hecho de que en Latinoamérica la mujer ya tenga un número promedio de hijos a lo largo de su vida inferior a la tasa de reemplazo explica por qué en muchos países la población está descendiendo o se mantiene estática.
El concepto tasa de reemplazo de la población indica el número de hijos que, en promedio, debe tener una mujer para que la población se mantenga estable a lo largo del tiempo, sin crecer ni decrecer. Este concepto se basa en la idea de que, para mantener una población estable, el número de nacimientos debe ser suficiente para reemplazar a las personas que mueren y para asegurar que la población tenga el mismo tamaño en el futuro.
En términos generales, la tasa de reemplazo en la región se estima en aproximadamente 2.1 hijos por mujer. Esto, tomando en cuenta la mortalidad infantil y la mortalidad en las etapas reproductivas, así como el hecho de que no todas las mujeres llegarán a tener hijos.
Por el dato aportado para la República Dominicana, se observa que el país tiene todavía una tasa de fecundidad ligeramente por encima de la tasa de reemplazo. Pero las proyecciones que hace Naciones Unidas ponen de manifiesto que, para el 2030, la tasa de fecundidad de la mujer dominicana caerá a 2.08, inferior a la tasa de reemplazo.
La reducción de la tasa de fecundidad en la República Dominicana tiene implicaciones significativas en diversos aspectos de la sociedad, la economía y la política del país. A medida que la tasa de fecundidad disminuye, la estructura demográfica cambia, lo que conlleva tanto oportunidades como desafíos que deben ser gestionados.
La estructura de edad de la población dominicana ha sido impactada por la reducción de la tasa de fecundidad. Se ha pasado de una estructura característica de una población joven en 1950, a una población que ya inicia un proceso de envejecimiento, aunque todavía lento. El peso de la población de menores de 15 años pasó de representar un 45% (1950), a un 27% en 2023, previéndose que para 2030 descienda a menos de 25%.
Asimismo, el grupo poblacional de entre 15 y 64 años, que constituía alrededor del 52% de la población en 1950, ascendió a 64.6% en 2023, y se prevé que para 2030 lo haga a casi 66%. Por su parte el grupo poblacional de 65 años y más representaba el 3.1% de la población dominicana en 1950, ascendió a 8% en 2023 y se espera que ascienda a 10% en 2030.
Lo señalado anteriormente indica que República Dominicana está inmersa en un proceso de transición demográfica con cambios importantes en la estructura demográfica.
Ese proceso está llamado a profundizarse en la medida que las mujeres sigan accediendo a niveles más altos de educación y entren al mercado de trabajo. Ambos factores contribuyen a que las decisiones sobre matrimonio y maternidad sean retrasadas.
También, la explosión urbana vista en nuestro país contribuye a una menor fecundidad, ya que las ciudades ofrecen más oportunidades de educación y empleo, el costo de vida más alto y el estilo de vida que puede ser menos favorable para las familias numerosas. En 1950, República Dominicana era uno de los países menos urbanizados en Latinoamérica; en 2024 es uno de los más urbanizados.
Conviene indicar que, desde una perspectiva económica, una menor tasa de fecundidad conduce a un crecimiento más lento de la población y, por ende, a una menor expansión del mercado interno. Sin embargo, si se combina con un aumento en la productividad y la inversión en educación y salud, el impacto negativo podría mitigarse.
Gestionar el reto demográfico es un desafío de alta trascendencia en la perspectiva del desarrollo nacional.